Orejas de soplillo

La mascarilla, que también se ha convertido en soporte publicitario, puede mostrarnos la personalidad de cada uno

Recuerdo un anuncio de la Dirección General de Tráfico en la que salía una pareja en bañador y con el casco puesto para subirse en una moto. Ahora la imagen es la misma, puedes quitarte cualquier cosa menos la mascarilla.

La mascarilla es el símbolo de la nueva normalidad en la que muchos lucimos unas maravillosas orejas de soplillo provocadas por los tirantes de la telita salvadora. No sé si os habéis dado cuenta pero ahora la gente se mira como más intensa por la calle, como más descarada, porque siente que la máscara le da cierto anonimato. Incluso el satirismo, tanto femenino como masculino… que a todo el mundo le gusta un muslo, se ha vuelvo más descarado.

Me encanta ver que hay gente que hasta para llevar mascarilla es elegante y la llevan a juego con la camisa o con la corbata y espero con muchas ganas la pasarela Cibeles porque seguro que aparecerán mascarillas de alta costura y hasta con perlas de Majorica (qué antiguo) colgadas de los extremos.

La mascarilla, que también se ha convertido en soporte publicitario, yo creo que puede mostrarnos la personalidad de cada uno. El que la lleva con más mierda que Tarzán en los tobillos, como diría el cuarteto del Peña, el ordenadito que la lleva siempre perfecta y se la recorta como la barba o el exagerao que en vez de mascarilla parece que lleva una manta de Paduana puesta en la cara.

Veo también que están perdiendo mercado las mascarillas esas que se hicieron al principio que eran como de sopletista y que se llegaron a hacer doblando unos plásticos de esos que se utilizaban para proteger los informes.

Hay que inventar todavía mascarillas. Una que lleve un pequeño depósito de Cruzcampo a los lados para soportar estos días de calor, o con un frigorífico, que se podría colocar a la altura de la papada. Esta última sería muy práctica. Pero con la que de verdad sueño y espero que ya los investigadores trabajen en ella es con una hecha de chicharrones especiales en lonchas, que sea desechable. Así, en vez de tirar la la máscarilla cuando termine su uso, la metes en medio mollete de Arcos y te la comes: Quita el hambre y es además completamente reciclable. Hasta los ecologistas verían con buenos ojos el proyecto. Hay que hacerla ya, antes de que se nos adelantes los británicos y hagan una de jamón York.

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