El salón de los espejos
Stella Benot
La Transición andaluza
Por teoría suele entenderse el "conjunto organizado de ideas referentes a cierta cosa o que tratan de explicar un fenómeno -de especular, ver, mirar-, como la teoría de la relatividad, o como el conjunto de conocimientos sobre cierta actividad, separados de la práctica de ella." Es decir, una teoría de la pintura sin ser pintor, de la escultura sin escultor…
¿Y una teoría de la literatura? ¿Una teoría de la novela dentro de la novela?¿ La metanovela, fuente de plagios y de intertextualidades inconmensurables?
Hoy, que la poesía anda en la cuerda floja de la vulgaridad, que la metáfora ha sido devaluada de su contexto estético, la literatura, el mar inmenso de la literatura, me parece contaminado, como los mismos mares, de excesivos desechos y vertidos. No puedo sustraerme a la imagen de una gaviota ahogándose por no digerir un mal poema.
He leído por devoción y por obligación. Ahora mismo lo hago, como jurado. Si dijese los fallidos antes que los hallazgos, y citase autores, cantamañanas y cantautores, la pira de las pirañas devoradoras en Internet harían de la bahía, un amazonas sangriento con mi nombre y mis insoslayables distinciones -perdonen- mal que les pesen.
Y es que es verdad. Cuento anecdotitas. Leo un poemario de un poeta, que sólo él afirma que lo es, ningún premio serio en su haber, con versos no transustanciados, sino calcados de otro poeta, que según libros y premios, sí es o fue. Más intertextual que inspirado, clama como una voz en su desierto sin cañas y sin ramas. Y encima va de divo y maestro.
Leo una novela, debería ser nobela, por lo de Nobel de vanidad que posee su autor pero para dinamitarla, que plagia al que nos plagia. Así todo. Y vengan obras acabadas sobre las obras pignoradas. Ninguno de los cantaletras ignora, ¿o sí?, que la escritura no es redactar, ni la lectura es pensar.
A don Luis Berenguer Moreno de Guerra, que hoy sería almirante, le gustaba teorizar sobre novela. A don Luis Berenguer Moreno de Guerra le parecía que había escritores fríos, frígidos y negados decía, y que, mayormente, el personal no sabía escribir. Más o menos como ahora. Don Luis Berenguer Moreno de Guerra, cuando hablaba de novelas, arbitrario, avasallador, contradictorio, cultísimo y guasón, cuando llamaba cenutrios a los editores que suprimían y suprimen, todavía, los capítulos donde Melville definía todas las especies existentes dentro de las ballenas, que eran geniales, de donde además colegía que tampoco se sabía leer, que muy poca gente sabía leer y menos entre las capas narrativas de esa novela, la dicha Moby Dick. Don Luis Berenguer Moreno de Guerra se seguiría llevando las manos a la cabeza, y armaría una buena, con los escritores que se llaman escritores a sí mismos y se ensalzan como si la cultura dependiese de ellos. Y detraen fama y valor de sus maestros. Como una poda de de ramas.
Decía Luis aquello de "la gloria de un escritor descansa en la facultad de seguir siendo un motivo de gozo para la clase culta". Si viera lo que hoy se dice culto… El lenguaje -el léxico- de los presuntos, cuando defienden algún texto, por supuesto, suyos y trasplantados de otros…
Don Luis Berenguer Moreno de Guerra, era, según mi amigo Enrique Montiel y Pepe Chamorro que lo trataron, aquel que decía que "escribir bien es poner en lucha los tiempos de los verbos con los complementos predicativos; escribir bien es orillar los caminos trillados".
La gramática no puede ser algo garbancero o esclerótico, ni un andamio imposible para la expresividad.
En fin, que me ha dado llorona. Todos los septiembres, al llegar el día de mi santo, me acuerdo del escritor muerto tan prematuramente, ese día, "con quien tanto quería" a lo Sijé /Hernandiano. Esta tarde recuerdo estas cosas, cuando la literatura va muerta y ha de resucitar, no sé cuándo. Pero mientras ocurre, releo novelas que comienzan diciendo: El viento le ciñe las faldas a las piernas como unos pantalones, o, Llamadme Ismael, o , yo no soy malo ni peor, los mismos cueros tenemos todos al nacer…
Que sabemos leer, según decía, y el que no quiera entender, se aleje. O que aprenda a leer.
Ustedes verán.
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