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Su propio afán

enrique / garcía-máiquez

Jet lag

SOY un cosmopolita de salón o, mejor dicho, de cuarto de estar. Lo pueblerino me aburre, tengo alergia al provincianismo, el regionalismo me provoca claustrofobia y el nacionalismo me irrita. Sólo a la altura del patriotismo estoy a gusto, lo internacional me interesa y mi vocación es lo universal. Todo eso, ya digo, en la más pura teoría y desde el salón de casa. Luego, para mí, acercarme a Cádiz desde El Puerto es ir de excursión, en el peaje de la autopista de Sevilla saco el pasaporte y a la altura de Madrid padezco jet lag. Como he venido a Madrid a pasar la Navidad a casa de mi suegra, sufro los efectos del jet lag más severo. Lo cual me ha bajado las defensas y yazgo con fiebre.

Previsor e hipocondríaco, al enrolarme en esto del artículo diario pensé de inmediato en la gripe. Qué envidia el Spectator, que rellenaba el espacio con un exquisito: "Jeffrey Bernard is unwell" cuando el columnista no podía mandar su artículo (lo que ocurría con frecuencia debido a su profunda afición a la bebida). Pero no veo a Rafael Navas poniendo un cartelito: "Enrique García-Máiquez ha vuelto a recaer".

Tampoco hará falta porque he descubierto que no hay mejor manera de encarar la actualidad que con un puñado de décimas de más. Qué soberana indiferencia por la mayoría de los ajetreos del mundo político. Si Felipe VI nombró o no nombró a la infanta Cristina o si sus flores de pascua por detrás, son asuntos que me resultan remotos. Con otro estado de salud habría podido escribir un artículo sobre esas flores de pascua, creo, pero a lo mejor me confunde la fiebre. Sin duda habría escrito sobre la postulación de Esperanza Aguirre para la alcaldía de Madrid. Hubiese sido a favor. Cualquier quintacolumnismo contra el peso de los aparatos políticos en la configuración de las listas electorales me parece oportuno. Y estaría más pendiente de la historia entre Pedro Sánchez y Susana Díaz, tan entretenida. No sé si Susana sufrirá jet lag, pero eso hay que ponderarlo antes de empeñarse en venir a Madrid a toda costa, eh.

Con esta distancia tan liberalizadora hacia las noticias, puedo concentrarme en rematar mi artículo con lo que importa. Mi mujer, que me dice resignada que descanse. Mi hija, que me ha traído un muñeco de nieve llamado Olaf a la cama para que me haga compañía. Mi suegra, incluso, que ha tocado delicadamente a la puerta a preguntar si quiero que me suba algún periódico.

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