Imaginería en Cádiz

Como las cofradías llevan dos años sin salir, se agradece cualquier recuerdo que de ellas se tenga

Soy consciente de que aún falta mucho para Semana Santa. La cuaresma no empieza sino hasta el miércoles 2 de marzo, en este año de 2022. Pero como las cofradías llevan dos años sin salir, por culpa de la pandemia, se agradece cualquier recuerdo que de ellas se tenga. Lo que escribo a continuación lo obtengo de un volumen editado por la "Biblioteca de la cultura andaluza", con 75 volúmenes, de distintos autores y este debido a Jorge Bernales y Federico García de la Concha, que lleva como título "Imagineros andaluces de los siglos de oro", que tuvieron su esplendor desde fines del siglo XVI y el siglo XVII.

Voy a referirme en este artículo, en exclusiva a la imaginería en la provincia de Cádiz, sin perjuicio de que en otra ocasión, me refiera a las distintas escuelas andaluzas.

Y sin más preámbulo comienzo con lo que afirman los autores y que es que, traspasado el segundo tercio del siglo XVI se observa un espectacular desarrollo en toda la provincia, de cofradías con rigor penitencial, que se atribuye a la influencia tridentina. Estamos a fines del quinientos, coincidiendo con el periodo de prosperidad por el que atraviesa la ciudad. Florecen las Bellas Artes y los artistas reciben nuevos encargo y algunos como Arce, Alonso Martínez y Murillo, se trasladan a vivir a Cádiz y se comprometen tanto con la vida local, que "pueden ser considerados como gaditanos", según los autores del estudio.

En la cita de estos imagineros y sus obras en Cádiz, se menciona a Francisco D´ Ocampo, colaborador de Martínez Montañés, al que se le atribuye la imagen titular del Cristo de la Vera Cruz, que está en la Iglesia de Ntra. Sra. de la O, en Sanlúcar de Barrameda.

También del mismo autor, el Nazareno de Vejer de la Frontera y Ntro. Padre Jesús del Ecce Homo, que recibe culto en la Iglesia gaditana de San Pablo, aunque otros lo atribuyen a Montes de Oca Otro artista, como Pimental, trabajó en Cádiz desde 1645 y profesó en el Convento de San Francisco. A él se le debe el Cristo de la Humildad y Paciencia, que recibe culto en San Agustín. A Alonso Martínez se le atribuye el Cristo de la Columna, de San Antonio.

El Cristo de la Buena Muerte se atribuye a Alonso Cano, esculpido en 1649, por encargo de los frailes de San Agustín, para presidir el enterramiento, en la cripta de su iglesia.

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