Cuarto de muestras
Carmen Oteo
Otra vez
Voy a empezar con una pequeña anécdota de abuelo Cebolleta. Hace años iba al colegio electoral en unas elecciones europeas. Había decidido votar a un partido minoritario con un vago prestigio como forma de protesta. En el camino vi un cartel con el candidato y al ver que era bizco pensé para mí: yo no voto a bizco, eso da mala suerte, y cambié sobre la marcha a uno que estaba de moda. Viene esto a cuento de que para los políticos todas las elecciones son trascendentales. “Nos jugamos mucho”, y cada vez que dicen eso pienso: sobre todo tú y toda la caterva de llevadores de maletas que te rodean. Esas hipérboles –“hay que votar contra Sánchez que ha convertido España en una dictadura”, “España se rompe”, “vivimos el momento más crítico de la historia de España”, o esas otras de “hay que parar a la extrema derecha”, “está en juego la forma de vida europea”, “la derecha y la extrema derecha son un peligro”– llevan consigo tanta exageración que dudo mucho que sirva de algo. Digo más: me malicio que va a haber una gran abstención. La gente está cansada de tanta exageración, tanta polarización. Yo no he escuchado en los bares hablar de la elecciones europeas, sólo del coñazo de Mbappé o de cómo embauca a tantos españoles Tito Floren. La gente está en otras cosas, no le presta atención a aquello que para los políticos es importante. Digo más: dudo mucho que la imputación a Begoña Gómez tenga el menor efecto. Los votantes conservadores ya odiaban a Pedro Sánchez y los votantes progresistas votan contra Vox, sobre todo cuando dicen cosas del tipo de “o moros o muros”, esas frases tan racistas propias de un partido franquista. Ni siquiera se acuerdan de la Guardia Mora del Caudillo con los primeros inmigrantes que llegaron a España. Lo mismo se puede decir a escala local: “Los presupuestos más sociales de la historia” dicho días antes de que una persona sin hogar, que no había sido admitida en el albergue municipal, muriese en la calle. Ese momento en el que la realidad baja el balón al pasto y los políticos quedan en evidencia. Por supuesto ni el alcalde ni sus concejales hubieran querido algo así, pero no estaría de más abrir una investigación para saber cómo ha ocurrido. Incluso cabría pensar en la reacción del PP si hubiera ocurrido con un gobierno de, pongamos por caso, el Kichi. Los gritos se hubieran oído en la otra esquina del mundo, como es normal. Lo mismo podríamos decir si un gobierno de Susana Díaz hubiera hecho las tonterías que hace el de Juanma con el hospital. Ni Cádiz está en emergencia social ni de la noche a la mañana ha amanecido limpia y brillante gracias al gobierno municipal que de nuevo ya tiene poco. Lleva un año en el cargo aunque parece que de todo tiene la culpa el Kichi.
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