Chiclana reciente

Joaquín / Muriano

Graduaciones

22 de junio 2014 - 01:00

Después de la feria van terminando los colegios. Los más jóvenes, los que todavía están en edad de estudiar y de merecer, reciben el verano con impaciencia y con ganas locas. Estos últimos días hemos podido verlos, protagonistas en ceremonias de graduación, con politos blancos y becas sobre los hombros.

En un mundo cada vez más pequeño, costumbres americanas de película van instalándose entre nosotros con la intención de quedarse. No recuerdo que antes se hicieran tantas ceremonias de graduación. Ya en las guarderías, celebran los padres y abuelos el fin de curso de los más pequeños, que no se enteran de nada pero están para comérselos. En el colegio también se festeja el final de la etapa de infantil, y se obsequia a los infantes con un diploma enrollado y atado con un lazo rojo. También se gradúan los niños que terminan sexto de primaria, y más tarde los que terminan la ESO; y, de nuevo y solo dos años después, los que hacen el bachillerato también celebran con una ceremonia de graduación el final del ciclo. ¡Cómo nos gusta una ceremonia!... En todos los casos, los pequeños salones de actos de los colegios se llenan de padres y abuelos orgullosos… ¡Qué grandes están ya los niños!

Esta promoción es muy buena, son buenos estudiantes, responsables y trabajadores. Vamos, que casi todos van a tener carrera, dice una profesora durante una de estas graduaciones… Carrera sí. Otra cosa es que tengan trabajo.

En los ochenta se hacían fiestas fin de curso y una cena al terminar COU. La mía fue en la peña del Caballo. Los niños íbamos enchaquetados, y las niñas vestidas de noche. Era como un fin de año o algo así. Recuerdo una orla muy simpática que hacía todos los años el profesor Díaz de la Torre. Nos hicimos sobre ellas dedicatorias con los mejores deseos. Debo tenerla por ahí… a ver si la encuentro.

Entonces estudiaba menos gente, y se hacía con la confianza de que una carrera suponía tener un futuro más o menos prometedor. Aquella confianza se ha quebrado recientemente y en los últimos años todos hemos aceptado que una carrera no tiene porqué garantizar nada.

En 1960 en España teníamos solamente 170.000 estudiantes universitarios y los universitarios chiclaneros cabían en una furgoneta. En los ochenta se superó el medio millón y en el 2.010, un millón y medio de españoles estaban en la universidad. ¡Un millón y medio!

Nunca ha estudiado tanta gente, y nunca estudiar ha estado tan mal recompensado.

El viernes salieron las notas de selectividad. En Cádiz, para entrar en la facultad de Medicina, se necesita un nueve sobre diez. Un sobresaliente de media en el bachillerato y en todos los exámenes de la selectividad. Después podrás matricularte en medicina, pagando si puedes y con beca si aguantas. Seis años de muchas horas de estudio, de muchas ferias perdidas, de muchas otras cosas sin hacer… luego otra criba, el MIR, y cuatro años de especialidad guardias y estudio, si has tenido suerte, a cambio de mil euros al mes.

Si sigues siendo sobresaliente, si has aguantado y has conseguido enamorarte de lo que has aprendido a hacer, una década después de aquel sobresaliente en selectividad, podrás aspirar a un contrato, mes a mes y al 75%, en el hospital de Puerto Real por mil ochocientos euros netos. Si, esto es lo que pagamos hoy, a nuestros sobresalientes de hace diez años. Otros tienen incluso peor suerte.

Por lo tanto, demostrado que estudiar una carrera no garantiza un trabajo, demostrado que la sociedad no cumple su parte, que dejamos a los nuestros jóvenes desamparados después de obligarlos a esforzarse, que desaprovechamos lo mejor que tenemos, demostrada la crueldad del sistema que hemos construido entre todos, no pude evitar el jueves, durante la graduación de mi hijo, ponerme melancólico y pesimista.

Mientras los niños desfilaban y subían uno a uno al pequeño escenario en el salón de actos repleto, al ver las caras de niños, profesores, padres y abuelos, me obligué a desterrar este pesimismo repentino. Tampoco era momento de pensar así... Quizás todo mejore pronto. Quizás seamos capaces de dar a los más jóvenes la oportunidad que merecen.

Porque están en edad de merecer. Y se merecen mucho más de lo que les ofrecemos.

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