Vía Augusta
Alberto Grimaldi
Anatomía de un bostezo
CUANDO el cantante Rafael Ojeda, Falete, fue interpelado en la presentación de su último disco (¿Quién te crees tú?) sobre el secuestro de su pareja, José Isaac Roffe Silva, se mostró indignado con los que dudaban de la veracidad de la noticia. "Cuando se sepa toda la verdad, cuando haya una sentencia, se les tapará la boca a todos esos y se les dará con los papeles en la cabeza a más de uno y a más de una", pronosticó.
Marró el augurio, y bien que lo sentirá el pobre Falete. No ha hecho falta esperar la sentencia: la Policía ha resuelto el caso en un periquete, al desvelar que tras las contradicciones, incongruencias y dudas de Isaac se escondía un simulacro de secuestro. Lo malo es que simularse víctima de un delito es también delito, de modo que el muchacho ensortijado ha sido detenido y puesto en libertad con cargos. Será él, y no los criticones y criticonas a los que se refería su novio, quien tenga que callar y acatar la sentencia en su día.
Al difundirse la noticia del secuestro que nunca fue tres hipótesis se dispararon en los mentideros de la prensa rosácea y alrededores. Una, que el secuestro había sucedido realmente. Dos, que era una argucia mediática para impulsar el lanzamiento del nuevo disco del cantante, que está ya lejos de su boom inicial. Tres, que Isaac llegaba tarde -a las cinco de la mañana- a su cita con Falete y decidió inventarse una justificación truculenta por temor a los celos o las represalias de su compañero sentimental.
De las tres posibilidades, la más dolorosa para Falete era esta última, y ha resultado ser la verdadera. Si el secuestro hubiera sido real, la pronta liberación le habría quitado todo dramatismo; si hubiera obedecido a un montaje entre ambos para impulsar su carrera artística, el descubrimiento de la farsa apenas hubiese perjudicado a Falete, porque dentro de la basura ambiente enseguida lo habrían devorado nuevos sainetes de otros personajes del corazón.
Que haya sido, en cambio, una invención por miedo a una escena de celos le confiere al sucedido una banalidad superlativa. Los periódicos están llenos de padres de familia que se gastan la paga en prostíbulos o tragaperras y fingen un atraco para que la parienta no los corra a gorrazos y de anodinos oficinistas de doble vida que denuncian haber sido atracados por una banda de rumanos para que no se les descubra el desfalco. Un simulacro de secuestro por un trasnoche injustificable es trivial, pero muy lacerante para la víctima principal, que no es la sociedad que perseguirá a Isaac penalmente, sino Falete, que ha de unir al engaño los estragos del desamor. Ayer anunció que anulaba su compromiso matrimonial con Isaac, previsto para diciembre.
Amar duele, cantaba Falete. Y amar a este Falsete de Isaac, más.
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