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Su propio afán

enrique / garcía-máiquez

Buitricidas y buitrófilos

Un buitre leonado reinaba sobre las azoteas de San Fernando hasta que ayer fue capturado. Me ha traído a la memoria al famoso buitre de 1956, que apareció sobre el monumento a la Constitución en Cádiz allá por octubre, y que fue tri-eternizado. Lo cantó Paco Alba, en Los Sarracenos; lo hizo crónica excelente en este periódico Fernando Fernández; lo elevó a los cielos del columnismo José María Pemán. Claro que pagó caro el buitre tanta gloria, como suele suceder. La madrugada del 18 de octubre, a la certera luz del alba, González Alley lo abatió -en respuesta a la alarma social que había creado- de un tiro. Sus restos pasaron a ilustrar la Peña de Cazadores, donde levantaron gran expectación.

Si un buitre se posase ahora precisamente en el monumento a la Constitución, nos daba un ataque. ¡Como si no tuviésemos bastante con Artur Mas! Sería un pésimo presagio para los defensores de la soberanía nacional. Aunque tampoco es manco que aparezca estos días en San Fernando, su sombra cerniéndose sobre el CEFOT. Pero dejémonos de augurios, que ojalá que salgan todos hueros, y vayamos a los hechos, tan sintomáticos. El buitre de San Fernando ha despertado enorme simpatía entre los vecinos. Le han dado agua fresca y comida, que espero que, en aras de la sagrada hospitalidad, no estuviese demasiado fresca, por eso de respetar los gustos del huésped. Esta vez no se ha movilizado la Peña de cazadores, sino a los servicios de protección de la naturaleza. Y aunque en la captura, grabada en vídeo y que circula por internet, resultó un tanto brusca, primó en todo momento el interés por el estado de bienestar del animal, que ya reposa en el Centro de Recuperación de Especies Amenazadas, a la espera de su pronta y total recuperación, que deseamos. Los tiempos adelantan una barbaridad, al menos para los buitres leonados. Sería un acto de justicia poética que este buitre isleño descendiese de aquel constitucionalista. Repararíamos con los cuidados de hogaño la buena puntería fatal de antaño. Aunque quién sabe si, en la escala de valores de los buitres leonados, las alas de la alta literatura no valen un poco más que el ecologismo. Aquel buitre acabó en el Parnaso y éste de ahora en el C.R.E.A. y en este artículo que, por mucho que haga lo que pueda y ensalce la buitrofilia de la posmodernidad, no está al nivel artístico de sus preclaros precedentes, tan buitricidas y buitrófobos.

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