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Su propio afán

enrique / garcía-máiquez

Atún rojo salvaje

¿Estamos celebrando la recuperación del atún rojo? Me temo que no mucho, y es una lástima porque no se debe dejar ningún motivo de alegría sin su fiesta. Los pescadores sí se felicitan, aunque sin dejar de lamentar que el aumento de los permisos de captura no sea proporcional al incremento de población. A los gaditanos de a pie la dicha tendría que desbordársenos: por la suerte de un sector económico de la provincia y por el atún en la mesa, oh, el atún rojo salvaje.

A la corriente de opinión preocupada por el medio ambiente le convendría también volcarse en la celebración. Pero propende a la queja y al catastrofismo. En España se están recuperando poblaciones de aves tan majestuosas como el águila imperial o tan encantadoras como las cigüeñas o tan góticas como las garzas. Sin pestañear, el ecologismo ha vuelto sus ojos, llorosos, al descenso de los gorriones. Que es triste, desde luego, pero no sé, una de cal y otra de arena, ¿no?, y un respiro. Por amor a la verdad, que es compleja, y por equilibrio personal, y porque esa postura de tristeza perennifolia no creo que sea, a largo plazo, una buena política de comunicación. Habría que ser capaz de admirar, valorar, elogiar los logros, que no son pocos, en la preservación de la naturaleza. Y aquí sí tocamos un punto clave.

Se ha dicho mil veces que el conservacionismo es conservador y que el ecologismo tiende, aunque se llame verde, a rojear. Se trata de una simplificación ideológica por aproximación a la que no hay que dar demasiada importancia. En cambio, entre esos dos tipos de amantes de la naturaleza, hay una diferencia crucial. Para el ecologismo el hombre es (lo dicen tal cual) un virus de la vida, una plaga para el planeta, una amenaza global. Considerándose así a sí mismos no extraña tanto furor en el desánimo. Los conservacionistas parten de la armonía del ser humano con el mar y el campo, y le conceden un papel central ordenador y racionalizador; además de un papel secundario, pero precioso, de gozador hedónico y estético, agradecido.

A la vez que nos enterábamos que el atún goza de una salud de hierro, la prensa especializada se centraba en lamentar la suerte de la cobra de China, de la anguila americana y del molusco de Malasia. Yo me declaro solidario con la cobra de China y la suerte de la anguila me angustia, pero ¿qué tal si celebramos un poco más lo de nuestro atún rojo salvaje, oh, el atún?

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