Vía Augusta
Alberto Grimaldi
Anatomía de un bostezo
DE camino al despacho en el que me gusta escribir esto, me topo con un cocinero de un restaurante cercano a mi casa. Justo sale de trabajar. Va silbando, con esas inflexiones y gorgoritos propios de jilguero y algo flamencos con los que silban algunos virgueros por aquí. Nos saludamos y le suelto una de mis hipótesis de cabecera: "Quien va silbando no puede estar triste". No sé si esto es así porque la melancolía estrecha el depósito pulmonar y tapona la gaita, pero a diferencia de quien canta, compungidísimo, un tango, un fado, una saeta o un bolerazo, la alegría y la paz del alma son amigas del silbo, y viceversa: quien tiene pena no puede silbar ni quiere. "Será porque sales de turno hasta mañana, Agustín". El cocinero me corrige: "Yo siempre estoy así". Lo celebro por él, y le pregunto si sabe qué es la astenia primaveral. No lo sabe. Se lo explico. Me dice que su mujer podría padecer de eso. Nos despedimos, y entreveo en el rostro redondón de Agustín un rictus como de "este gafas está fatal".
Pero resulta que la astenia no sólo es incompatible con el silbo aflautado, sino que no existe. Que es una leyenda urbana, como el reúma o que "un aire" te deje la cara torcida. Que si usted siente un plus primaveral de cansancio y, sobre todo, debilidad psíquica, usted es un mitómano o una buscadora de atención y quiere chupar cámara y dar la brasa a sus semejantes. Que lo que está es estresado, sin más, igual que el resto del año, y no me venga con que le dan mayor bajonazo los amaneceres y duerme de pena (y con ella). So narciso, cacho de pesada, todos los años igual. El Astenolit y la multivitamina son, cabe concluir, un placebo que le receta su médico de cabecera para así asistir a congresos farmacéuticos de válvula.
Pero yo creo firme y empíricamente que la astenia existe con una sintomatología muy propia suya, esté o no tipificada. Y por ello invadiré los dominios de la Antropología, proclamando lo que sigue: la eclosión fiestera de nuestra tierra en estas fechas es un tratamiento preventivo y/o sintomático de la astenia primaveral, que, como decían los Chanclas, "a los problemas sin remedio, litro y medio"… y una magnífica procesión. En algunas localidades, a la grande: tres y hasta cuatro semanas de entretenimiento en un mes largo. Que sí, que el viejo paganismo tiene que ver con las masivas fiestas populares tan nuestras. Y con la fe religiosa y las ferias del ganado. Pero que son también un ancla y una coraza ante la misteriosa acometida de la astenia.
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