El Alambique
Rafael Morro
Lo que la verdad esconde
El Puerto suena a “trolley”… ese traqueteo de maletas rodando por el Centro en un desfile incesante de jóvenes con prisas, de paso en su itinerario exprés: llegan, hacen ruido, compran en el súper, vacían botellas y se van en otra escala fugaz. Su viaje no es hacia la ciudad de los 100 palacios, sino a un piso recién alquilado con plan fijo: fiesta, compras rápidas y “despedidas” hasta el próximo fin de semana.
No critico los pisos turísticos: aquí hay paisanos (y forasteros) que, con tesón, han rehabilitado su casa y la han abierto al visitante. Eso tiene mérito: mantiene viva la ciudad, sin dejar que sus rincones queden fuera del mapa turístico. Además, supone un empujón para la economía familiar, sin estrangular al Puerto como destino, sino enriqueciéndolo con nuevas rutas de huéspedes y experiencias locales: un paseo por las callejuelas, el eco de las bodegas y el sabor del vino que no suenan tras el trajín de maletas.
Pero el itinerario se tuerce cuando, en lugar de propietarios de a pie, los inversores son grandes promotores. Compran bloques enteros para convertirlos en apartamentos turísticos y, al final, lo único que arrastran son carritos vacíos: nómadas que van y vienen, consumen y pican billete. Mientras sus maletas ruedan, las calles se quedan sin conexión, como una gran finca donde los locales nocturnos y discotecas se frotan las manos mientras el Puerto pierde el equipaje de su historia .
Cuando hay overbooking de trolleys, se factura mucho ruido y pocas nueces. Los vecinos, saturados del trasiego, se quejan: “¡Vaya troli!”. Mientras los supermercados celebran cada carrito repleto de botellas, los comercios de toda la vida y los residentes sufren la trola de un turismo de paso que apenas deja huella más allá del estruendo de maletas rodando.
Quizás sea hora de aparcar las trolleys y pensar en un turismo más acorde con la gran ciudad, llenando la maleta de nuevas ideas . Ojalá que propuestas como la de convertir al Puerto en la capital del mundo fenicio, no sean las únicas, y arrastren a la ciudadanía hacia un único destino: trazar un modelo turístico más sólido, duradero y eficaz. ¡Que no nos vendan más “trolleys”!
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