La soledad

12 de julio 2025 - 03:06

Quien está harto de bullicio, quien está atormentado de problemas o está ahíto de charlas y, aún peor, de rollos macabeos, ve venir la soledad con alegría y satisfacción. Goza con estar tranqui, con estar en la mera contemplación, digamos mirando el mar sereno hasta con las olas tranquilas. O contemplando el cielo estrellado, la Osa Mayor y la otra, perdido en la inmensidad de la vía láctea. Por eso no se puede generalizar y estar satisfecho y feliz cuando te han dejado tranquilo y duermes despierto la grandeza del silencio y la paz de la soledad.

No obstante, no se puede ser egoísta, a nuestro alrededor hay soledades crueles, absurdas, pesadas y hasta dolorosas. La del viudo que se abraza de madrugada a la almohada soñando en su amor perdido. El enfermo solitario o el mal acompañado. Al que atienden pero no han dado en el clavo y padece en solitario sus quejíos. El caminante que anda caminos y caminos para llegar a su meta y solo encuentra la sombra de un árbol del borde en su vereda. El cura, que vive solo aunque tenga su iglesia hasta los topes, pero que luego llega a su casa y se encuentra con las paredes y el techo. Porque el cura también es una persona normal por muy negra que sea su sotana y sufre la soledad de su celibato.

El hortelano que recorre su huerta y va viendo que los árboles frutales han agotado sus frutos. Ya no hay peras ni manzanas ni naranjas ni membrillos. Las ramas están ralas y peladas y el buen hombre suspira porque llegue pronto otra primavera .

El marino que se pierde en altar mar y ve como la quilla de su barco rompe las aguas sin encontrar puerto donde atracar. Y lo mismo el aviador cuando, aparte del bullicio de los pasajeros, hiende las nubes y cruza todo el cielo viendo como su avión vuela y vuela sin consuelo hasta que encuentra un puerto seguro y limpio.

Y por último se me ocurre el viejo que ha perdido no solo los años largos de su vida, sino también sus colegas, los amigos de su quinta. Y ya no le dicen, cuando pasa, ni los buenos días.

P.D. Lo mejor que puedes hacer, lo mejor que puedo hacer, es dar compañía al solitario. Es mucho más que alimentar al desnudo o dar de comer o de beber al hambriento y al sediento. Amigo mío, cuando estés tú en la soledad, sentirás el contento de haber hecho una cosa buena. Aplica en este caso lo consabido y a veces olvidado: leer una novela o ver una buena película o un buen partido de fútbol. Y, sobre todo, no olvides que en estos casos lo mejor es andar y andar y, hasta si sabes, cantar y que tu canto se pierda en la lejanía de los campos que cruzan tu camino.

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