Calle Real
Enrique Montiel
Una mentira tras otra
Romper la paz precisa excusas. ¿Estará innata en nuestras entrañas esa retranca belicista? Los niños de antes jugaban con peleas imitando películas del oeste: unos hacían de buenos y otros de malos. Los de ahora parecen más tranquilos, pero la violencia se les cuela a través de una informática mal empleada. ¡Cuánto hemos trabajado en los colegios por la convivencia y el respeto a todos! Con buenos docentes y colaboración familiar esas actitudes irán cambiando poco a poco. Es urgente.
Todos tomamos conciencia de los tiempos difíciles en que vivimos y necesitamos creer en las posibilidades de la Paz. Duele demasiado el inmenso dolor de las víctimas. Reclamamos la Paz. De ninguna manera podemos mirar hacia otro lado, ni actuar como personas sin ideas propias que solo escuchan a esos mequetrefes que pretenden adueñarse del mundo. La paz no les interesa. Necesitan, ambicionan enriquecerse vendiendo armamentos.
Contaba anoche a unos amigos que cuando, de adolescente leí 'El diario de Ana Frank', se me helaba el alma al pensar qué habían hecho las personas ante esas muertes injustas de judíos, por el único motivo de serlo.
La pregunta se repite en otros tiempos y lugares, con las víctimas transformadas en verdugos. Los niños palestinos han visto demasiada sangre empapando la tierra, pretendida para un futuro turístico. ¿Se puede ser más miserable? Demasiados amigos desaparecidos. Demasiada hambre. ¿Cómo vamos a pensar que esos niños supervivientes de estas masacres no se transformarán en nuevos terroristas el día de mañana? Me temo que no pararán, como ahora están haciendo con ellos los nietos de masacres anteriores.
¿Aprenderemos alguna vez? ¿Significa renunciar a lo que creemos? No se trata de creencias: los religiosos de verdad, de la religión que sean, predican caridad. Pero el hambre sigue, y la violencia se cuela por las rendijas de los hogares hasta por los videojuegos.
Sembrar la paz debe de ser el propósito inmediato de cada maestro, de cada familia, de cada comunidad vecinal, de cada pleno. Suponemos que de cada congreso. Debe ser prioridad en Naciones Unidas.
Entretanto, impliquémonos en erradicar la hambruna o la falta de educación que tantos niños padecen.
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