El Alambique
Rafael Morro
Lo que la verdad esconde
Hoy, Día del ADN y con el “run run” del proceso de transformación de El Puerto, me gustaría reflexionar: ¿qué entendemos por patrimonio?
La palabra “patrimonio” proviene del latín patrimonium, “lo recibido del padre”. En origen era un bien individual y económico, pero hoy encarna el legado cultural y espiritual que define nuestra identidad colectiva.
Sin embargo, algunos reclaman “MI patrimonio” en forma de cargos y privilegios, mientras el “EL patrimonio” común languidece: barrios, palacios y templos centenarios olvidados bajo una gestión que piensa más en el “MI” que en el “ÉL”.
Frente a ese desdén, emergen quienes trabajan desinteresadamente por el bien común. Betilo denuncia proyectos que amenazan el casco histórico y organiza rutas gratuitas; el profesor Francisco González Luque ofrece charlas y paseos guiados por monumentos, cuyos donativos entrega íntegros a Cáritas. El doctor Casimiro García y la Fundación La Vicuña convierten huertos en semilleros de empleo y formación; la Asociación Nueva Bahía impulsa la alfabetización digital y una comisión vela por la restauración de la Prioral. Estos son solo algunos ejemplos de quienes construyen y protegen el patrimonio de la ciudad.
En la octava de Pascua se celebra la Resurrección, signo de nuevo comienzo; y las imágenes de fieles haciendo largas colas para despedir al papa Francisco, velado al nivel del suelo, demuestran cuánto valoramos el servicio del humilde: esa grandeza sencilla que honra nuestro patrimonio más auténtico.
Nuestra epigenética replica el poder de la transformación: renacemos cuando lo viejo cede paso a lo nuevo. Ha llegado el momento de optar por EL patrimonio —nuestra herencia compartida— y dejar atrás la mutación de MI patrimonio. Así, cada ruta histórica, charla solidaria y huerto social serán el pulso vivo de la ciudad, que decide renacer no por resignación, sino desde el espíritu de servicio y la esperanza compartida.
Ojalá este Día del ADN inspire una nueva secuenciación donde cada gesto de entrega sea el núcleo genético de El Puerto, un patrimonio construido con manos generosas y sin mutaciones . Así mientras el estrépito de motos, badenes y debates por sueldos ensordece las calles, apaguemos ese bullicio para oír al verdadero motor de la ciudad: la solidaridad silenciosa.
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