Pasarela

El Alambique

21 de mayo 2025 - 07:00

Nuestro Guadalete siempre supuso una frontera, más psicológica que física, y al menos, para mí, cruzar el puente me suponía como una salida de la ciudad. La gente del mar enamorada del río sintió la otra banda como suya, apenas notando la diferencia, pero para los que no sabíamos como ir de orilla a orilla, era, simplemente, la otra banda. La pasarela, cercana a otro puente, supuso solo una diferencia peatonal, y su cruce era igualmente una aventura hacia otro Puerto. Aun así, desde que tengo uso de razón, las promesas de unir ambas bandas, de integrar Valdelagrana, de unir al centro aquella banda, siempre fue un canto de sirenas que han vendido todos los que han ocupado el sillón gordo, ya que no me cabe duda de que, todos, siempre, en algún momento, hemos pensado lo mismo que yo.

Que ahora sea una realidad me parece tan real como las otras tantas veces que se han anunciado proyectos, y no ha sido ni la primera, y espero que la última, maqueta que hemos visto. Siempre fueron eso, maquetas, ahora digitales y animadas, antes, en miniatura, ahora llenas de polvo y olvidadas. Lejos de analizar proyectos, costes, programas, fechas de ejecución, y demás motivos de debate, político y apolítico, la realidad es la de siempre. No somos París, ni Budapest, ni cualquier ciudad cruzada por un río, no somos Venecia, ni Roma, tampoco Sevilla, pero como a cualquier ciudadano de una ciudad enamorada de un río con el que vive, en ambas bandas, el sentimiento es el mismo y amamos la cercanía, nos une más la sensación de proximidad que la necesidad, y si analizamos esta situación, más que una necesidad logística necesitamos acercarnos a la otra banda simplemente por sentirnos mejor, más unidos a esa misteriosa otra banda que tan lejana se nos antoja a veces.

Ni siquiera me atrevo a pensar como será cruzar el río por la nueva pasarela, pues quien sabe si viviré para hacerlo o no, de momento me quedo con ese sueño, innecesario y gratificante, necesario y caro, pero que, en el fondo, todos deseamos, aunque sea tan solo por puro egoísmo emocional de saber que El Puerto y Valdelagrana son una misma cosa, pues incluso parroquialmente son dos ciudades distintas. Atrás queda la política, que desde el puente de Barcas usa al rio para lanzar dardos, cerca queda la otra banda, y, aun así, qué lejos se me antoja a los ojos, y solo espero que esta vez la cosa no quede en un bello proyecto inalcanzable.

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