Manoli

19 de septiembre 2025 - 07:00

Justo ahora que el mundo es cada vez más oscuro y siniestro, se ha apagado la luz bondadosa de Manoli Bautista Pérez. Manoli, la de Anydes, como se la conocía por ser la fundadora de la ONG Animación y Desarrollo, dedicada a la atención de personas en riesgo de exclusión social. Fue en 1988 cuando comenzó como voluntaria en Andad-Madres Unidas contra la Droga, esa escuela de mujeres valientes que empezaron a reunirse para llorar juntas, para reivindicar juntas, para celebrar juntas. En los 80, en los barrios portuenses corría la heroína, y en los bajos de los bloques, en los pinares y en los descampados, esprintaba.

“Habla con Manoli, que te va ayudar, este es su teléfono”, recomendaban las madres de ANDAD a la vecina que llegaba angustiada a la asociación. Era la primera cuerda que lanzaban los padres al pozo en el que su hijo perdía pie todas las noches. En El Puerto y alrededores, el teléfono de la esperanza ha sido durante décadas el teléfono personal de Manoli. Cuenta su amigo Manolo que una vez la llevó a la comisaría de Cádiz porque alguien le habló de un chaval migrante que había sido detenido y no tenía a nadie que le ayudara. Se presentó ante el policía de guardia, sin credencial alguna. Pidió información sobre el motivo del arresto para poder proporcionarle asistencia legal. Dijo que quería verlo. El agente preguntó si le conocía y ella contestó que por supuesto. Por supuesto que era la primera vez que le veía. Pero por supuesto que para Manoli aquel chaval era uno de los suyos.

Peregrinaba por los organismos oficiales buscando ayudas, interesándose por los farragosos procedimientos administrativos que hacen todavía más difícil la ya de por sí complicada reinserción de los desamparados. Entraba a la oficina de empleo, el pelo coloreado y el cansancio a cuestas, y era la suya una presencia de santidad laica. Cuando se iba, yo siempre me acordaba de aquella cita de la película Matar a un ruiseñor: “Uno es valiente cuando, sabiendo que la batalla está perdida de antemano, lo intenta a pesar de todo y lucha hasta el final pase lo que pase. Uno vence raras veces, pero algunas veces vence”. Eso fue Manoli: una derrotada invencible. Un corazón más grande que una casa de vecinos llamando a las puertas de tantas vidas rotas. Una buena samaritana que se desvivía por proteger a aquellos a los que la muerte les silba de cerca todos los días.

Decía Camus que hay seres que justifican el mundo, que nos hacen mejores con su sola presencia. Qué es amar, sino una sencilla disposición a la entrega, una vocación consagrada al cuidado del que ya no puede, no sabe o no quiere cuidar de sí mismo. Larga vida a la memoria fecunda y al legado ético de Manoli, que combatió siempre en las fronteras.

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