La semana que viene nos quitaremos las túnicas, los capirotes, escapularios y mascarillas, o al menos eso pretende el gobierno pese a sus primeras cautelas. Pueden ustedes descartar el tapabocas, pero. Esto me recuerda aquel dicho de que todo lo que se dice antes de un pero es mentira. Después de la primera Semana Santa que recorre nuestros callejones desde 2019 parece que el mundo vuelve a aproximarse a esa normalidad que pensábamos sería eterna. Ya no lo es tanto. Dudo que vuelva a serlo. Pasan el Señor y su Madre escoltados por sus fieles bajo nuestros balcones, sobre nuestras aceras, en una semana que aparentemente respetarán las lluvias, y pocos días después cabrá la posibilidad. Fuera mascarillas, hola rostros.

Será extraño. Aún hoy cuesta trabajo reconocerse parcialmente tapados. Hemos aprendido a fijarnos en las formas, las hechuras, y sobre todo en las miradas. Vienen malos tiempos para la gente fea de ojos bonitos. Sigue habiendo contagios, claro, pero parece que son ya poca cosa, apenas un simple inconveniente, como si el Chelsea te marcara tres goles y necesitaras de una prórroga. ¿Crees en los milagros? Especialmente en Semana Santa, pero.

Cuando estemos en lugares cerrados y coincidamos con rostros destapados nos sentiremos tan incómodos como cuando los policías de barrio reñían desde las alturas a los ácratas rebeldes. Será una transición complicada, no me cabe la menor duda, aunque mucha gente ha decidido adelantarse a la fecha apuntada por nuestros gobernantes, ese consejo ministerial por el que siguen cobrando Ione Belarra e Irene Montero. Es probable que cuando acabe la pasión de Cristo, Pedro Sánchez se quite la FFP2 y las destituya: excusas le han dado muchas. Razones, más aún. Pero el líder socialista elige los momentos, como el perfecto estratega que ha demostrado ser. Su hoja de ruta tiene también fijado un destino para Yolanda Díaz, pero.

La invasión de Ucrania ha dado un respiro a Moncloa. Los telediarios solo dejan de criticar al genocida Putin para hablarnos de comisionistas pijos que derrochaban el dinero ganado de lo público mientras todos nos hallábamos confinados y aterrorizados, cuando velábamos los cadáveres de nuestros muertos. La resurrección de la carne. Ello sólo demuestra que la peor chusma puede y suele ser de la Alta Suciedad, por eso jamás me he explicado la fascinación que mucha gente tiene por conocer los detalles más recónditos de sus vidas, por espiar sus mansiones, criticar sus tipitos veraniegos y alegrarse de sus cuernos.

Hoy es Jueves Santo y el Señor nace, muere, resucita y asciende a los cielos al mismo tiempo. Un Cristo sin dos pistolas ni mascarillas. Mientras, en la gélida Ucrania asesinan a personas que podríamos ser nosotros, o él. Reflexiono otra vez sobre lo que he escrito: todo lo que precede al pero es mentira. ¿Será incierto, por tanto, este día santo en el que el Nazareno sale y entra, recorre y abandona la carrera oficial? La falsa seguridad que nos proporciona la mascarilla se dispone a terminar. Al parecer ya no es necesaria, pero. La guerra nos coge lejos, pero. Los políticos cuidan de nosotros, pero. Somos todos mejores, pero.

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