Manuel Amaya Zulueta

Pelegrino, machís y el otro

El pálpito amarillo

02 de marzo 2024 - 00:15

Tras el golazo de auténtico crack de Machís, uno sintió cierto alivio, y, a pesar de que continuamos igual que antes, es decir, en la zona roja de la clasificación del teletexto, los gualdas salimos de Carranza relativamente contentos del partido frente a los del Macizo Galaico. Por la escalerilla de salida oí a uno que decía a su camarada, otro también con cara de enfermo de fiebre amarilla: “Oye, Juane, que, bien pensado, el pedazo de chícharo de Machís es un gol que vale tres puntos, porque sin él estaríamos a seis de los gallegos, ¿no?” Y llevaba razón el gachó, porque no es lo mismo estar a tres que a seis del cuarto por la cola.

Verdaderamente era así, se había superado, de momento, el absoluto consentimiento de estar ya en Segunda. La cosa seguía igual, sí; pero psicológicamente nos mirábamos aún en el espejo de la esperanza, un espejito chiquitito, un espejito que sin el golazo de Machís se habría estrellado en mil pedazos Tanto es así que salíamos del estadio casi contentos. Increíble. Así es el ser humano. El que no se consuela es porque no quiere.

Uno se pregunta tras el conspicuo gol si Pelegrino conoce a la plantilla del Glorioso o hace las alineaciones más pensando en el sota-caballo-rey que evite mordaces rechazos hacia su trabajo. Porque insistir en Sobrino a estas alturas de la liga es, cuanto menos, de una inocencia futbolística candorosa. Porque mantener a Escalante en el verde, sacarlo al campo, nada más, vestirlo de corto, da la idea de que el delgado entrenador piensa más en lo “políticamente correcto” que en un conocimiento profundo del plantel.

Porque, perdón por la anáfora, poner de ariete, como se decía hace décadas, a Maxi Gómez tiene una explicación muy difícil. O el coach es primo del cuñado de la hermana del inoperante “nueve”. El sabio público amarillo pitó con fuerza a los tres citados cuando fueron tardíamente sustituidos. Pelegrino no tenía que haberlos sustituido; simplemente no había que haberlos dejado vestirse con la camiseta amarilla. No tenían que haber salido a jugar.

Porque en estos momentos no dan la talla para estar en el Glorioso. Porque no la dan para jugar en la primera división española. No juegan peor porque no se lo proponen. Les costaría una barbaridad jugar peor. Bueno, jugar, lo que se dice jugar no es el verbo a emplear. Estuvieron en el césped. Estuvieron. Miraban el balón. Escalante le señalaba con el dedo a sus compis, casi siempre a Alcaraz, hacía donde tenía que lanzar la bola. Uno del palco le chilló: “Escalante, cógela tú, pídela tú y juega al fútbol”. Como había mucha gente en el estadio, Esca no se enteró y siguió con la pedagogía. ¿Qué pensaría el alumno señalado?

Señor Pelegrino, dígame con la mano en el corazón: Hace ocho meses, por ejemplo, ¿usted sabía algo del Glorioso? ¿Conocía en profundidad el plantillón que nos ha hecho el Vizca? Sin querer desconsiderar: uno cree, visto lo visto, que la respuesta es rotundamente negativa. Porque cuando apestábamos a Segunda y, ya desesperado, sacó a Guardiola, a Cris, a Machís (riman), al chico de África, ¿Kouamé podría ser?, el equipo empezó a parecer un team de primera El peinadísimo Guardi metió un pase de calidad al avispado Juanmi, quien metió la punterita y sólo tuvo que empujarla. Al poco una pelota sale sin dueño del área y el de Venezuela no se lo piensa y le pega a la bola como lo habría hecho un Messi o un Cristiano. Golazo, golazo, golazo. ¿Qué habría pasado, señor Pelegrino si ése hubiera sido el equipo inicial? Muy probablemente habríamos ganado el partido. Tal como está el patio, jugadores como Machís, Ocampos, Cris, Guardiola, Juanmi, Alcaraz, Fali, Hernández, Alejo, Iza, Ledesma, tienen que jugar siempre.

Al menos que tengan una pierna rota o covid. Porque o es con esos o el abismo. ¿Que bajamos a Segunda? Pues bajamos; pero moriremos con las botas puestas. Porque no quedaba otra.

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