El pálpito amarillo

Manuel Amaya Zulueta

El Madrid (3): Las Barras de los bares de Cádiz

13 de junio 2022 - 01:39

Empezar esta serie de artículos sobre el campeonísimo Real Madrid con este título puede parecer extraño, ¿verdad? Pues sí, sí lo es. Quedamos en el texto anterior en cómo lo que oía de niño por mi Cádiz es lo que yo "sabía" de fútbol. O sea, lo que opinaban los mayores en la barra del Bar Madrid (Columela con Cánovas del Castillo), que era adonde se reunían los jugadores del Glorioso de aquella época: Cuartango, Galatea (el portero), Pilongo, Ricardito, Pastilla, Mari, los del ascenso a Segunda. Nunca olvidaré que Pastilla y Ricardito fueron a mi Primera Comunión, a San Martín, un mayo ya muy lejano. En la barra de El Español (Calle Nueva), pues allí tomaba café todas las tardes mi tío Paco (Caque para los de la familia) con contramaestres y oficiales de la Armada, ya que era capitán de fragata o de corbeta, no recuerdo bien, además yo jamás distinguí estos dos buques de guerra y de gris.

Otra barra a la que me llevaba mi padre a diario era la de la Peña de Cazadores, sociedad que presidía Jerónimo Almagro, un señor al que le faltaba el brazo derecho y que siempre daba la mano izquierda para saludar, lo cual era muy lógico; pero para un peque resultaba algo tan aterrador como sandunguero, paradójicamente; también me llamaba la atención de Momo, como le decía mi padre, era que, a veces, en vez de llevar la camisa blanca, como todos los hombres del mundo, la llevaba de un color azul muy oscuro, sobre la que iba una corbata negra que apenas se distinguía, y al que en algún Nodo vi con chaqueta blanca, que esa sí que era bonita.

También mis conocimientos futboleros procedían de otras barras de otros baretos, como la de Las Palomas (Buenos Aires, esquina a Enrique de las Marinas, frente al Frente de Juventudes), el estupendo Bar Cádiz, en plena Calle Ancha, lugar en el que de jovencito perdía el time jugando al póquer o a los dados con los amiguetes de San Felipe Neri, cosa rara, pues yo estudié, es un decir, en el Clumela de San Agustín y luego en el de los Glacis de Puerta Tierra. Incluso en la barra de los Italianos o de la Camelia, sitios más chics, sin duda, y a los que yo iba cundo estaba llena la andorga a ver muñecas.

Pues bien en esas barras maravillosas que hoy residen en la memoria, muchos hablaban del hoy cuatragésimo campeón de Europa, palabrejo horrendo que oí en una tertulia futbolística apenas ganaron los blancos la decimocuarta, créanme.

Por aquellos tiempos solamente, casi na, había ganado cinco, las cuales los del Bilbao y los del Barcelona adjudicaban a la astucia de Saporta, que consiguió jugar la primera final frente al Stade de Reims, equipo que conocían en su casa a la hora de comer.

Eso se oía en las barras de los bares de Cádiz que nunca, nunca volverán.

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