Un ludopata es un adicto al juego. Una persona con trastornos de ansiedad, que frustrada o no, recurre al juego, prometedor de mil soluciones personales. Un sufridor constante, del que se aprovechan entidades y personas que descubren lo fácil que es enriquecerse a base de aportar a sus consumidores, falsas ilusiones. Los jugadores saben que si todos ganasen, las casas de juego cerrarían, pero siempre sueñan con ese dinero fácil.

Estando como está considerada una enfermedad, llama nuestra atención social comprobar cuántos famosos lo anuncian desenfadados, sin llegar a preocuparles el daño que hacen.

Algunos gobiernos como el nuestro vendan los ojos porque el juego supone ingresos extras. La otra cara del tema es la ruina de demasiadas familias. Como falta un control eficaz, no paran de crecerle adictos, cada vez más jóvenes. ¿Pueden ustedes imaginar el dolor de las familias que descubren, horrorizadas, su ruina por la adicción oculta de algún hijo?

Este problema irá en aumento si las autoridades no lo detienen y prohiben los anuncios de juego online. Si no controlan las edades de los que juegan por la red o con las máquinas tragaperras. Crecen las casas de juego ilegales, pero… deben de ser invisibles porque nadie las impide. No olvido las timbas malditas que, con frecuencia, funcionan sin declarar. Que la fuerza de la ley caiga sobre sus responsables y la cárcel sea un lugar de reflexión sobre el infierno que han proporcionado a sus víctimas.

Nunca me refiero a la ONCE, pues el valor de los cupones es mínimo y su labor social indispensable. Cuando visitamos un país que no tiene solucionado el problema, sus invidentes viven de pedir limosnas, por lo que no se puede generalizar.

¿Qué clase de gobernantes tenemos que en lugar de exterminar estos problemas, lo fomentan? Me gustaría saber si algún partido lo lleva como propuesta electoral. No veo interés en arreglar esto por parte de los candidatos a gobernar.

Es muy probable que nadie nos haga caso. ¿Qué hacer ante la vorágine establecida? Si acaso, intentar aportar un grano de arena a la conciencia social. Dormir mejor sabiendo que algunos intentamos alertar del problema.

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