Tribuna Libre

Guillermo F. Jiménez Rodríguez

Luces nuevas

19 de diciembre 2017 - 02:09

Flota en el ambiente algo especial. Nuestras calles están cuajadas de lucecitas que iluminan y constituyen el preludio de aquel suceso ocurrido hace más de dos mil años que supuso la venida de un Niño portador de un mensaje de Amor. Un Niño que venía a cambiar el mundo, pero el mundo no lo conoció. Hoy viene a un mundo cada vez más descristianizado. Un mundo de codicia, odio, aversión… Vemos y oímos noticias que rompen el corazón. Estos años la iluminación está menos salpicada de figuras alegóricas de la Gran Nueva: Apenas hay estrellas, figuras de angelitos, la estrella con su estela -con su "rabito" como decíamos cuando todavía la inocencia invadía nuestro espíritu-. Hoy estas luces estrambóticas parece que vienen a anunciarnos una fiesta mundana. Mientras la alegría y el alborozo están empezando a despertar, tenemos enfrente, desgraciadamente, otro mundo. Un mundo de sufrimientos, penalidades, odio... Desde el tenebroso océano quizás pueda percibirse a lo lejos el brillo de estas luces y en el cielo pueda oírse el eco lejano del "Gloria a Dios en las alturas...". Hace unos días Salvamento Marítimo- leíamos en este mismo Diario- rescataba del mar a 100 inmigrantes-en un mismo día- que navegaban en pateras. Huían del infierno. Aún resonaría en sus cerebros el ¡bom! ¡bom! ¡bom! de la vida de la que huían. Alguno de estos emigrantes tendría su cuerpo helado, una ola habría golpeado con fuerza a babor o a estribor los costados de su endeble embarcación, pero otros- lejanos- llevan la hipotermia en el corazón. La hipotermia del dinero, de la ambición, del tener , del poder.... Los niños y mayores de nuestro entorno estarán soñando en los regalos. Los rescatados estarán soñando con alcanzar una vida mejor. Conseguir un trabajo, un futuro. La vida es dura para infinidad de seres humanos. Gracias a Dios hay muchísimas personas que, sin interés alguno, están entregadas a los demás. Una enorme legión de voluntarios se ofrecen para auxiliar a los que llegan a nuestras costas. Digna de elogio es la labor que realizan esos voluntarios que, altruístamente, se vuelcan en ello. Lo que hagamos en favor de los otros, es lo que contará al final de nuestras vidas. Sólo nos llevamos las buenas acciones. Los bienes, las preocupaciones y todo lo demás se quedan aquí. Mis mejores deseos para todos y que el Divino Niño derrame sobre nosotros una ¡Feliz Navidad!

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