Análisis

Manolo Fossati

Esquivar terrazas

A algunas horas del día, es una yincana la primitiva acción de circular a pie por calles céntricas y teóricamente dedicadas sólo al uso del viandante, esa especie en extinción acosada por depredadores en forma de automóviles, carritos, bicicletas y patinetes de los más variados modelos

En esta ocasión tengo más que nada una pregunta: ¿se ha anulado ya la excepción que permitía ampliar las terrazas de los bares para contrarrestar los efectos económicos del covid? No tengo la información, pero se me hace que no, a la vista de cómo mesas y sillas de plástico siguen invadiendo aceras y espacios peatonales. A algunas horas del día, es una yincana la primitiva acción de circular a pie por calles céntricas y teóricamente dedicadas sólo al uso del viandante, esa especie en extinción acosada por depredadores en forma de automóviles, carritos, bicicletas y patinetes de los más variados modelos.

En cierto tramo de San Rafael, en el que se produce una inusual concentración de negocios hosteleros, cada uno con una generosa doble fila de mesas, pararte en pareja a contemplar un escaparate supone provocar un trombo en la circulación humana de tan importante vía comercial. No digamos si tienes la suerte de encontrarte con unos amigos y se te ocurre poneros al día en las vidas de cada cuál. Paseas con una bolsa en cada mano y te parece que vas abusando del poco espacio común que nos dejan. Si vas en silla de ruedas aparentarás conducir un camión con tráiler. Y caminas con una perenne duda: ¿tienes preferencia tú, o la tiene el del patinete que te viene de frente? Normalmente, y por tu seguridad, dejas pasar al conductor de ese vehículo para vagos, aunque supuestamente sano y respetuoso con el medio ambiente.

El discurrir de los tiempos va a terminar llevándonos a una reforma de las vías peatonales, a las que ya habría que ir pensando en dividir en diferentes carriles para peatones, bicicletas y patinetes; pero a ver cómo metes todo eso si la mitad de la calle está ocupada por veladores y, obviamente, gente sentada ante un café y una cerveza.

La pandemia nos obligó a ser generosos con nuestros derechos, y gustosamente se cedió el espacio común para un uso privado. Ahora, vueltos todos a la vida 'normal', se debería poder recuperar sin conflictos el paseo, el gusto por los recados a pie y la simple deambulación cómoda por la ciudad. Que bastantes colas hemos hecho en estos meses como para tener que aguantarlas también para andar por tu pueblo.

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