Análisis

Manolo Fossati

Alegría y negocio

Personalmente, sin embargo hay algo que me resulta especialmente descorazonador: que el traspaso se haya hecho a través de una compra. Es decir, que Defensa no haya considerado la posibilidad de simplemente ceder a la ciudad estos terrenos maltratados

Mucho mejor que yo lo ha contado en su artículo semanal Enrique Montiel: la importancia que tiene y, sobre todo, tendrá para San Fernando la compra por el Ayuntamiento a Defensa de casi la mitad de los abandonados terrenos de Fadricas, en la parte que contiene más Historia y que coincide con la zona conocida como Los Polvorines. La cantidad de patrimonio material y sobre todo espiritual isleño que alberga esa ribera de la Bahía es difícilmente igualable y sólo cabe esperar, y demandar, que los proyectos se ajusten a lo que esa herencia común reclama. Es decir, que lo que se haga no destroce ni un ápice de la riqueza paisajística, cultural y sosteniblemente turística que promete.

Por cierto, negarle en este caso a Patricia Cavada el mérito de haber logrado el acuerdo es algo que marca hasta dónde puede llegar el nivel de ruindad política cuando esta se convierte en simple partidismo, y por eso hay que resaltar que la mayoría de las formaciones han acogido con satisfacción el acuerdo, una alegría para el pueblo, aun con las normales y saludables críticas y advertencias.

Personalmente, sin embargo hay algo que me resulta especialmente descorazonador: que el traspaso se haya hecho a través de una compra. Es decir, que Defensa no haya considerado la posibilidad de simplemente ceder a la ciudad estos terrenos maltratados, abandonados y para los que no ha sabido encontrar un uso militar o de seguridad. Una relación construida durante siglos merecería haber culminado con un acuerdo, no ya generoso, sino simplemente de reciprocidad entre dos instituciones, La Isla y la Armada, que se han necesitado y alimentado mutuamente desde hace generaciones.

No sabría decir yo cuál de las dos partes se ha beneficiado más de esta relación histórica, pero que la buena marcha de la misma dependa de poco más de 400.000 euros es demasiado miserable. No sé qué gran agujero económico podrá remediar Defensa con esta cantidad, ni cómo se hizo en tiempos lejanos el Ministerio con esa superficie, pero se ha perdido la oportunidad de actuar con la justicia y el desinterés que justamente son la insignia de los militares y por supuesto de las instituciones públicas. En cambio, mediante el cobro a las arcas del pueblo isleño, se me aparecen simplemente como actores de un buen negocio.

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