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Manuel Pinomontano | Escritor

“En la novela histórica los personajes son más libres y verídicos”

  • El autor onubense, afincado en México, visita hoy en la Fundación Cajasol para presentar su novela ‘El secreto de la Tritona’, ambientada entre otras muchas tierras en el Cádiz del XVIII

El escritor Alberto Pinomontano.

El escritor Alberto Pinomontano. / Alberto Domínguez

La Fundación Cajasol en Cádiz, en la Casa Pemán de la plaza de San Antonio, acoge hoy jueves a partir de las ocho y media la presentación del libro El secreto de la Tritona, la última novela histórica del onubense Manuel Pinomontano. La ciudad de Cádiz tiene un especial protagonismo en esta obra del escritor afincado en México, que ubica su historia en el fecundo siglo XVIII.

–¿Qué encuentra el lector en El secreto de la Tritona?

–Se encuentra con una historia de mujeres que luchan en un mundo de hombres por ser libres, con una historia familiar contada de abuelas a nietas donde hay secretos, intrigas, pasiones, crímenes, conspiraciones; una prostituta, una pirata y una condesa representan estas generaciones familiares, el lector también se encuentra con un momento histórico fascinante, un paseo por el imperio español en su máximo apogeo, Cádiz, La Nueva España, Acapulco, Manila, Madrid y la corte de Carlos III, como telón de fondo la expulsión de los Jesuitas, el avance de la educación de las mujeres en la Ilustración, la cuestión moral de la esclavitud, las haciendas de azúcar y de tabaco. Incluso el Estambul del siglo XVIII y un recién fundado Sebastopol aparecen en la novela.

–Cádiz juega un papel importante en la historia, que arranca en la ciudad. ¿Qué Cádiz aparece?

–En El secreto de la Tritona aparece una Cádiz que fue puerta del imperio español, una ciudad cosmopolita, rica, bulliciosa, de gente con arte, paso de mercancías de Filipinas, de las Américas, Francia, Nápoles. Una Cádiz global, mestiza y castiza, por donde entraban influencias culturales interesantísimas de las colonias y a la vez salía el espíritu español que impregnó al mundo en un mestizaje que hoy todavía sigue vivo. Una Cádiz hermosa y rica, la Cádiz del siglo XVIII y la Casa de Contratación, de los gitanos y los payos, de la aristocracia y la burguesía, de los arrabales, pero también aparece el espíritu de una Cádiz que hoy se reconoce en sus calles, en sus tabernas, en los gaditanos, en sus edificios y en ese eterno romance que la ciudad vive con el mar.

–Leo en algunos blogs que su novela atrapa: ¿eso colma sus aspiraciones como escritor?

–Yo escribo porque no puedo parar de hacerlo, porque necesito contar historias que se cuecen en mi mente, me siento un mero transcriptor de realidades paralelas, trato de hacerlo con fidelidad a la investigación histórica que hago, lo cual considero un deber en todo escritor histórico, trato de hacerlo de forma profesional, de forma propositiva; y si mi trabajo atrapa al lector, no tengo más que decir que me siento muy honrado.

–¿Por qué novela histórica? ¿No queda la ficción un poco condicionada por ese marco histórico? ¿O se siente más libre con ella?

–Evidentemente el marco y la investigación histórica son esfuerzos adicionales que hay que añadir en la novela histórica, pero cuando el escritor tiene claro en su mente ese marco que implica costumbres, fórmulas de vida, filosofía, creencias, y sabe plasmarlo, el personaje se vuelve más real, y a pesar de tener que moverse dentro de los parámetros de su tiempo y lugar los personajes se vuelven más libres y más verídicos.

–Usted es de Huelva, pero vive en Ciudad de México: dice que se marchó para poder escribir. ¿Por qué México o, si me lo permite, por qué tan lejos?

–México es un país muy cercano a España, tan cercano que una vez se llamó La Nueva España, he vivido muchos años en Londres y allí sí me sentía más lejos estando más cerca geográficamente. México me ha permitido reencontrarme con España, con la esencia de mi tierra, en las costumbres, el habla, la cultura, la gastronomía, las calles, edificios, hay mucho, muchísimo de España; el mestizaje es algo enriquecedor cuando no pierde la referencia de ninguna de las raíces y en México se ha sabido conservar la raíz prehispánica y la raíz española, y darle a cada una su lugar, eso es una virtud. Ojalá en España supiéramos integrar nuestra historia, nosotros hemos borrado el periodo colonial como si fuera una ignominia, o queremos borrarlo, cuando fue un periodo de enriquecimiento cultural enorme, del nacimiento de nuevos pueblos, y esa parte de nuestra historia es única en el mundo, fascinante y está compartida con Hispanoamérica. Yo creo que si alguien quiere entender quienes somos los españoles debería venir aquí obligatoriamente y vivir la ciudad, vivir el país, entrar en el museo Franz Mayer, pasear por el centro colonial de la Ciudad de México y entrar en sus palacios, caminar por las calles de San Angel o Coyoacán, visitar Puebla, Morelia (Nueva Valladolid) o Oaxaca (Nueva Antequera), San Miguel de Allende, Patzcuaro, en México me siento como en España. Por otro lado la energía creativa que emana en la sociedad mexicana es arrolladora, escritores, pintores, artesanos, cocineros, diseñadores, arquitectos, aquí encuentran un arranque que no se puede explicar de dónde viene, yo creo que es mucha de la riqueza proveniente de los pueblos prehispánicos, de su cosmogonía y su colorido, y también –cómo no– del encuentro cultural de ambos pueblos que produjo un choque energético que hoy día sigue manifestándose en las artes sobre todo, y eso que hace que uno produzca y produzca un torrente de ideas y de creatividad inagotable. Bueno el nombre prehispánico de la Ciudad de México era El Ombligo de la Luna, y por algo era así, es como estar en un ombligo mágico, en el centro de un remolino de energía positiva. No podría yo estar en lugar mejor para escribir.

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