Cultura

El maduro Revolver de Carlos Goñi

  • El músico dio un concierto especial, por el repaso a su carrera y por la atmósfera del lugar

El Baluarte de la Candelaria (y más en verano) siempre otorga a sus conciertos una atmósfera especial; quizás sea la acústica, las peculiaridades del lugar, o simplemente que era una noche de verano. El caso es que anoche, cuando Carlos Goñi, mítico líder de Revolver, que mantiene el nombre del grupo, subió al escenario del Baluarte, él mismo lo dijo: "Es una de esas noches en las que me quedaría tocando hasta el alba", confesó a un público más o menos de su misma generación y dispuesto a disfrutar de un concierto reposado.

El músico (teloneado por uno de los artistas noveles locales que más suena últimamente, Guillermo Alvah) inauguró la noche con Premios y cicatrices, uno de los temas de su último disco, Capitol, casi enteramente compuesto en el famoso hotel madrileño, para continuar con uno de los temas más clásicos de Revolver, y otra de esas chicas famosas del pop y rock español: Sara, que arrancó por fin los coros del público, con una preferencia clara por las canciones de los primeros tiempos de Revolver.

Sin embargo, si hay algo que ha demostrado Carlos Goñi con su trayectoria es que no vive sólo del primer Revolver; ha sabido madurar sobre el escenario y encontrar su público fiel. Entre Babilonia, su anterior disco, y este han pasado apenas dos años, en los que el madrileño ha dado un giro a su carrera y ha apostado por un sello independiente y por nuevos sonidos. Las canciones de su último álbum que ayer sonaron en Cádiz sonaban distintas al resto; un trabajo más maduro y con mucho aire a Madrid.

Goñi es un contador de historias moderno: lo demuestra en canciones como Mustang Shelby (preciosa mención al parque de las Siete Tetas en Madrid), y Dentro de ti, que supuso uno de los momentos más íntimos del concierto. Aun así, tampoco faltaron las canciones más queridas por los fans del Revolver más noventero: El roce de tu piel, Odio y Si es tan sólo amor, ni su cuento moderno por excelencia: Rodrigo y Teresa. Antes de este tema quiso hacer mención a los recientes atentados de Barcelona, al miedo y a no culpabilizar a "todo el que no sea de Cuenca, Guadalajara o Sevilla".

Pero los años pasan para todos y Carlos Goñi no iba a ser menos. Después de un inicio de concierto más intenso, él y su banda (un teclista/saxofonista, un bajista y un percusionista) hicieron un pequeño descanso y Goñi volvió al escenario, en esta ocasión solo y casi en acústico, tirando mucho de armónica para dar un respiro a su potente voz, ya tocada a esas alturas, para acometer temas más íntimos y reposados, como Perdí lo que no tuve y Esclavo de tu amor, alternados con reflexiones al público y guiños a la política y a la situación actual que fueron granjeándole una complicidad cada vez mayor con los asistentes.

Ya cerca del final de la noche, el madrileño atacó uno de los temas más queridos por el público, al menos por el que se reunía anoche en el Baluarte: El peligro, para el que sus músicos salieron de nuevo a acompañarlo en una improvisación que demostró dos cosas: que va acompañado de una banda increíble y que desde luego él sabe lo que hace. Pero el gran momento del concierto, el punto cumbre de la noche, quizás también para él, fue al son de Faro de Lisboa, grandes letra y música e impecable él.

Decíamos que los años no pasan en balde, pero Carlos Goñi ha sabido llevarlos bien. Se ha centrado en lo que se le da bien: contar historias, y aunque sobre el escenario se le note cierto cansancio y la voz no aguanta tanto, si hay algo que se puede decir de él es que es un músico de pies a cabeza y que no quiere bajarse del carro. Sigue haciendo canciones magníficas, como Blackjack, del último disco ("qué contento estoy de haberla escrito", contó al público), y se esfuerza en dar un concierto madurado y a la altura de su carrera.

Se despidió, después de un intento frustrado de salida, con otro de los primeros éxitos de Revolver, No va más, con el grupo al completo y el público entero en pie, para dar punto y final a un concierto sin pretensiones de rock & roll, sino sabiamente enfocado a su público, que ha madurado con él, y a ese nuevo disco que es puro Madrid.

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