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Hace varios años ya que Mónica oculta su verdadero nombre bajo el de Arantxa, pero tiene un motivo por el que ha borrado su identidad: lleva tiempo frecuentando los ambientes de la izquierda abertzale para ganarse la confianza de los integrantes de ETA. El engaño ha dado sus frutos: desde la banda le piden que aloje en su piso a dos jóvenes que preparan un atentado, una convivencia en la que ejercerá como informante y en la que correrá el peligro de ser descubierta si da un paso en falso. La infiltrada, la nueva película de la directora Arantxa Echevarría (Carmen y Lola, Chinas) que llega este viernes a los cines, revive la peripecia de Aranzazu Berradre Marín, el pseudónimo que utilizó una policía nacional que se adentró en el entorno de ETA y gracias a la que se desarticuló el comando Donosti.
La extremeña Carolina Yuste, que encarna a la agente protagonista, adopta un tono reflexivo cuando explica las particularidades del proyecto. “Tengo que ser muy cuidadosa con las declaraciones que hago”, admite, “porque es una historia que nos pertenece como país, y hay muchas víctimas y mucha gente herida. Aquí no hablamos sólo de un thriller, es un thriller dentro de un contexto, y la promoción nos la tomamos desde ahí, siendo respetuosas. Y hay un añadido: los personajes son reales, si fueran producto de la ficción igual tendríamos otra actitud”, comenta Yuste en una visita a Sevilla en la que estuvo acompañada por Nausicaa Bonnín, que interpreta a otra policía del dispositivo que desmontó el comando Donosti. “Esa prudencia se nota también al otro lado, en las entrevistas: ves desde dónde se pregunta, desde dónde te hablan los otros”, dice por su parte la actriz catalana.
A las intérpretes les intriga la hazaña de una mujer que dejó atrás a su familia y amigos durante ocho años, que se volcó con convicción en una empresa temeraria pese a que su jefe (Luis Tosar, en el filme) le advirtió que dada la naturaleza del trabajo nunca tendría un reconocimiento público.“Ese es uno de los grandes temas de la película, hasta dónde un individuo es capaz de poner su vida y su identidad a favor de un ideal, de un bien común, hasta dónde somos capaces de llegar por algo así”, sostiene Bonnín. “Aunque Arantxa [Echevarría, la directora] decidió hacer una ficción”, matiza Yuste, “y muestra una parte más humana de ese personaje: es alguien que tiene sus principios, claro, a quien le duele que haya peña matando a otra gente, pero también una chavala de Logroño que desea salir de esa ciudad, asfixiada probablemente con la vida que lleva allí”.
Aunque no contaron con el testimonio de la protagonista real, “hoy embarcada en otra investigación”, el reparto sí habló para preparar sus papeles con “personas que estuvieron ahí, en la primera línea de lo que estamos contando”. Escuchar sus voces ayudó a dar verosimilitud a los personajes. “Cuando no conoces algo recurres a lugares comunes, y eso puede ocurrir si interpretas a una policía”, asegura Bonnín. “Para mí lo importante es conectar con el ser humano, sea cual sea su profesión. Cuando accedes a eso, cuando encuentras su carácter, su manera de ser, todo lo demás es accesorio, en esa verdad ya no hay clichés”.
La nominada al Goya por Tres días con la familia –“hace ya 15 años de esa película, ya no puedo vivir de las rentas”, lamenta entre risas– da permiso al periodista para hablar del embarazo de su personaje. “Eso ocurre bastante pronto en la historia, y hay fotos de promoción en las que aparezco embarazada, así que sí, se puede decir”, aprueba Bonnín, que en la ficción sufre las bromas de sus compañeros al quedarse en estado, un machismo que también la agente infiltrada conocerá en su trato con ETA. “Es que allá donde haya hombres habrá machismo, es algo transversal. Por mi familia sé que sigue costando ser mujer dentro de la Guardia Civil o de la Policía. Que tienes que insistir para que te escuchen, trabajar el triple para que te valoren”, señala Yuste. “Pasa en todos los trabajos”, añade Bonnín, “aunque quizás suceda más en los que demandan autoridad, que es algo asociado habitualmente a lo masculino”.
Yuste ha codirigido No juegues con Carrie, una obra teatral de Enrique Cervantes sobre el acoso escolar, y el corto Ciao bambina, en el que acompaña a su amigo Afioco Gnecco en su proceso de transición. “Yo salí a la palestra con Carmen y Lola [su primera colaboración con Echevarría y por la que logró el Goya a actriz de reparto] y desde entonces se me ha asociado con el cine social… Pero yo busco, básicamente, proyectos que me emocionen. Tanto la obra de teatro como el corto tratan, en realidad, de la vida. Y que conste que yo también quiero divertirme, y lo he hecho con proyectos como Sevillanas de Brooklyn, que no todo en mi carrera ha de ser trascendente”. Bonnín, que la temporada anterior visitó el Teatro Central con la Hedda Gabler de Àlex Rigola, también se alegra de sortear el encasillamiento. “Tengo la sensación de que es muy complicado combinar la carrera de teatro con la carrera audiovisual, que te etiquetan en un sitio o en otro. No sé si en Madrid ocurre, pero en Barcelona sí. Y por ahora he podido expresarme en ambos campos, y es algo que me hace muy feliz”.
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