Arte

El gyotaku gaditano de Marisa Bascuñana en el Castillo de Santa Catalina

  • El Castillo de Santa Catalina acoge hasta el 11 de julio la exposición ‘Con la tinta del calamar’, una prospección personal de la artista gaditana en la técnica tradicional japonesa

La artista Marisa Bascuñana, junto a una de las obras de 'Con la tinta del calamar'.

La artista Marisa Bascuñana, junto a una de las obras de 'Con la tinta del calamar'. / Lourdes de Vicente

Con la tinta de calamar se cocina un arroz negro que te mueres, pero si ese mismo líquido oscuro y viscoso lo dejamos en manos de la artista Marisa Bascuñana el resultado es el de una exposición de impresiones y grabados en lienzos y esculturas de una delicada belleza marina que hasta el día 11 de julio se puede ver en el Castillo de Santa Catalina.

Una muestra, Con la tinta del calamar, protagonizada por una suerte de variante gaditana del gyotaku, una técnica de estampación tradicional japonesa con la que esta gaditana, bisnieta de Quirell –quien regentó la conocida tienda de pianos de la calle Rosario donde Manuel de Falla dio su primer concierto–, ha grabado también sus emociones durante “años de caminar por el litoral gaditano”, desde La Caleta hasta las playas de Conil y Barbate, que tan bien conoce.

“Sí, yo ya me he jubilado pero fui profesora, primero en Barbate, y luego en Conil, donde vivo desde hace años, por lo que he tenido la suerte de conocer muy bien todas esas playas y poder pasearlas e investigarlas a fondo para este trabajo”, explica Bascuña na que estaba “deseando” de hacer su propia prospección en el gyotaku a la vez que reinterpretar y enaltecer todo ese mundo “de los peces y el mar” que la ha atraído desde siempre.

“Los japoneses cogían el pescado, lo entintaban con la tinta del calamar y lo estampaban en papel de arroz. Eso es el gyotaku. Yo conocí la técnica a través de unos amigos de Jerez, Domingo y Gaby, los artistas del equipo Duo, que ya la empleaban cuando aquí la conocía todavía muy poca gente”, enmarca la artista “muy agradecida”, además, “a los pescadores del puerto de Barbate” y su entorno: “a mi amiga Vicenta por llevarme a ese muelle de Barbate, a Manuel Alba por presentarme a El Pico, maestro remendador, a Nene el patero, por la generoidad de entregarme el material de pesca, a Juan por transmitirme su pasión, amor y cuidado en sus redes...”

Y es que junto a sus paseos por las playas donde iba recogiendo pequeños peces, objetos, piedra, algas y conchas, “mis pequeños tesoros”, dice, gracias a todos esos nombres propios, Bascuñana pudo hacer una completa inmersión en el territorio a investigar a través del puerto de Barbate. “Se volcaron conmigo, explicándome cosas, me dieron redes, boyas, me contaron muchísimas cosas de ese mundo precioso suyo”...

Redes, boyas y tesoros que en su taller de grabado Bascuñana estampa, transforma y los convierte en verdaderos objetos artísticos en esta exposición que también se completa (casi como hilo conductor, casi dándole sentido a todo) con un vídeo que se proyecta en bucle realizado con un montaje de las fotografías que la creadora tomó durante sus investigaciones por las playas. Imágenes donde se dan cita desde restos de pateras a gritos de libertad en los grafitis de los bajos del Balneario; desde huellas en la arena (el paso del hombre por la tierra, tan fugaz) a su sombra (ese territorio de las sombras que tanto la fascina...); desde la luz a la salida del sol, a su ocaso...

En primer plano, vitrina con una de las pequeñas esculturas de 'Con la tinta de calamar' de Marisa Bascuñana. En primer plano, vitrina con una de las pequeñas esculturas de 'Con la tinta de calamar' de Marisa Bascuñana.

En primer plano, vitrina con una de las pequeñas esculturas de 'Con la tinta de calamar' de Marisa Bascuñana. / Lourdes de Vicente

“Paseos unas veces más a ciegas que otros. Por ejemplo, en los de La Caleta era muy consciente del entorno gracias al aprendizaje que obtuve en el taller de biodiversidad Labimar del Cei.mar (Universidad de Cádiz). Me quedé maravillada con todo el entorno y te das cuenta de la cantidad de algas, de seres vivos, que habitan entre las piedras”, explica.

Un habitat marina que es la protagonista de Con la tinta de calamar y que rima a la perfección con el continente de la exposición, el Castillo de Santa Catalina, hasta donde llega el sabor salino de la mismísima Caleta.

“Es espectacular poder exponer aquí. De hecho, hay pocos lugares tan oportunos para la exposición como este sitio”, agradece la artista, graduada en Artes y Oficio ( Decoración) y licenciada en Bellas Artes (Diseño Gráfico y Grabado), que bucea con nosotros entre un mar de obras en las que ha sabido conjugar la técnica tradicional con la creatividad del siglo XXI.

Así, el gyotaku cobra una nueva vida en su taller de Conil maridándose con varias técnicas de estampación (como la matérica) y mezclando el resultado con acrílicos, acuarelas, incluso arena de la playa para dar textura a las estampaciones tanto en pinturas como collages, cajitas, instalaciones –maravillosa la de las redes y las boyas– y pequeñas esculturas.

Pero además, Bascuñana manipula también el papel, soporte de las obras pictóricas. Así, además del ortodoxo papel de arroz, la artista ha tratado “todo el papel que ha caído en mis manos”, ríe, convirtiéndolo no solo en sostén sino también en protagonista pues están realizados artesanalmente e integrados en las obras pictóricas y escultóricas. “Yo he trabajado el papel durante muchos años, de hecho, incluso dejé un poco apartada la pintura para centrarme en el papel durante un tiempo”, advierte la creadora que en tiempos formó parte del Colectivo Arte 90.

Buen ejemplo de la variedad de papel con la que ha trabajado es otra de las instalaciones, la de la especie de secadero o expositor de pulpos y calamares que cuelgan en uno de los rincones de la sala. “Todo está estampado uno a uno y recortado. La verdad que me acordaba de cuando era chica y mi madre me ponía a recortar papelillos”, vuelve a reír Bascuñana que también hizo lo propio “con los lenguados” que protagonizan el cartel de la muestra. “Pero en este caso, además de estar estampados con la tinta del calamar, les añadí un poco de color”, aduce la artista que en la exposición combina las zonas “más de blanco/ y grises” con otro conjunto de obras “más coloridas”. “Fue en plena pandemia cuando empecé a hacer los rojos, los verdes, los azules... En esos momentos, y aunque a mí me encanta la limpieza que da a las obras el blanco y negro, necesitaba un poco de alegría, un poco de color”, reconoce.

Efectivamente, lo consiguió. Sus coloridos lenguados y boquerones brillantes de papel albal, ordenados o al puñado, compiten con los bancos de peces texturizados con plata y arena. Los visillos grabados de inspiración japonesa con la elegancia de las cajas marinas. El mar de noche con el grabado matérico de La mar de día... Las escamas de una corvina sobre su propia estampación, la lejía para decapar, la palabra (la de Alberti, la de Paz Pasamar) para alimentar este océano de texturas, de colores, de creatividad y de oficio.

Y todo junto a la mar.

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