el pastillero
Madame Tussaud: humo, espejos y sangre
La historia de Lorenzo Cherbuy, apenas conocida por los gaditanos, es la historia de un prodigioso artista nacido en Cádiz, allá por 1921. Es la vida de un autodidacta amante del arte, de la filosofía, la poesía y el ensayo. La de un creador nato por cuyas manos ha desfilado la friolera de entre mil y cinco mil obras, de las cuales 487 obras ya han sido catalogadas.
De ello se ha encargado un grupo de amigos encabezados por el ceramista Alfonso Casas y el poeta y periodista Jesús Serrano, autor de la conferencia que sobre la Sensualidad, fantasía e ironía de la obra de Lorenzo Cherbuy tendrá lugar hoy, a las 20.00 horas, en la sede del Ateneo. Junto a ellos se han volcado en el rescate de la vida y otra de este autor, Eduardo Geneiro y Juan Candón.
En total llevan trabajando más de dos años en este proyecto, para el que han contado con ayuda del mismo Lorenzo Cherbuy, poco amigo de la notoriedad pública. Pero la calidad de sus creaciones no han dejado impasible a estos cinco hombres, como tampoco a personajes de determinados círculos que tanto a nivel local como nacional se han interesado siempre por su obra. De hecho, sus creaciones cuelgan en las paredes de grandes empresas de Cádiz. Es el caso del gran mural que recibe al viandante en el parking de Canalejas o el que lucía esplendoroso en Diario de Cádiz, en la calle Ceballos (hoy en Ingrasa). También lucen sus obras la empresa Aguas de Cádiz, Zona Franca o el Hotel Regio 2. Pero no cesa aquí la actividad creativa de Cherbuy. "Es escultor, escenógrafo de teatro, músico y un puntal de la literatura, como bien muestra su participación en las revistas Platero y El Parnaso. De hecho, ha sido amigo de los grandes nombres de la provincia, entre ellos, Fernando Quiñones", dice Jesús Serrano.
Y es que la necesidad de sacar adelante catorce hijos, tres de su primera mujer (que falleció muy joven) y otros once de su segunda, le hizo derrochar talento por doquier. A modo de anécdota, Serrano cuenta que ante la falta de tiempo que le acechaba, las reuniones de la revista Platero se hacían en la lavandería el Habanero, donde trabajaba. A éste se sumaron otros tantos oficios que pasaban por el diseño de joyas, la recepción de hotel o el boxeo profesional. Profesiones muy variopintas que desempeñó sin ton ni son junto a su gran pasión, el arte.
Como escenógrafo, bordó en Madrid el estreno de El racó vero de Ulises, de Soto Vergés, que desempeñó "con fragmentos viejos de lona y madera usada, sin ningún objeto marino. Una situación ante la que el escritor Antonio Gala le comentó, con sorna, que iría al estreno para no perderse el fracaso". "Pero su gran labor -añade- dejó boquiabierto al respetable, que aplaudió nada más abrir el telón".
Llama la atención que un hombre de trayectoria tan profusa no tenga un hueco de honor en el panorama artístico gaditano del siglo XX. "Este maestro es conocido en toda España, menos aquí, y es triste que esta ciudad no le preste la atención que merece", comenta Serrano. Tanto es así que entre sus objetivos se enmarcan la edición de un libro con toda su obra recuperada, que se le conceda una calle, el título de hijo predilecto y la dignidad de doctor honoris causa de la UCA.
Todavía hoy, a sus 87 años de edad, pinta y esculpe sin descanso, en su casa de San Lorenzo del Puntal (Puntales).
El resto de su historia será desgranada esta tarde. La historia de un hombre que, como diría el escritor y amigo Fernando Quiñones, "era rebelde, estallante de ocurrencias plásticas, libre de temas obligados y medidas forzosas".
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