Cultura

La fisonomía de la América profunda

William Christenberry. Centro José Guerrero. Granada.

Feliz encuentro con una de esas grandes muestras que, desde siempre, ha caracterizado la programación expositiva de la Diputación Provincial de Granada y que, Yolanda Romero se ha encargado de llevar a la práctica siguiendo aquella filosofía tan esclarecedora que, desde los años ochenta, con el recordado José Rodríguez Tabasco al frente de las actividades culturales de la institución provincial, se hicieron presentes para engrandecimiento de un Arte que, desde Granada, se fizo referencia para el universo artístico de toda España.

Varias y muy buenas han sido las exposiciones que, programadas por Yolanda Romero, hemos visto sobre fotografía americana en los espacios expositivos de este centro y en los del Palacio de los Condes de Gabia; buena fotografía que planteaba el interés por unas de las prácticas artísticas que más evolución y trascendencia han adquirido en los últimos tiempos, a pesar de los advenedizos apegados a las modas impuestas y efímeras. Tenemos, ahora, la oportunidad de contemplar la obra de William Chestenberry, un fotógrafo nacido en Alabama, en 1936, y que, desde siempre, se ha encargado de ofrecer una imagen absolutamente desapasionada de aquella América del Sur que tantos datos existenciales proporcionaba para ser captados por la mirada comprometida de un gran artista.

Por pura coexistencia cronológica, el fotógrafo americano tuvo la suerte de vivir cerca de los grandes planteamientos que tuvieron lugar en el arte americano de los años cincuenta de la anterior centuria, expresionismo abstracto y pop-art que abrieron caminos para desarrollar un arte distinto en el que el autor americano dejó impresas variadas circunstancias, que desde la pintura, primero y de fotografía, después, se pusieron de manifiesto en unas imágenes en las que la realidad inmediata imprime un desapasionado episodio de aquella historia de la América profunda que tanto tenía por descubrir.

La exposición del Centro José Guerrero nos permite encontrarse con una obra donde la referencia de la vida del autor se muestra inmersa. Paisajes urbanos cercanos, arquitectura doméstica, inmediata realidad de una existencia que permanece estática en su transcurrir, y a la que el autor vuelve una y otra vez para que pueda positivar su desarrollo a través del tiempo; existencia ajena a una humanidad que permanece alejada de tan determinantes posiciones y que, sin embargo, el ojo avizor del espectador y su conciencia comprometida no deja de hacer evidente.

La fotografía de William Christenberry es ilustrativa al máximo, pausada, con muchas referencias inmediatas, detallista al extremo pero sin caer en lo redundante, es lineal en su manifestación, nos hace recordar esa literatura típicamente americana de Raymond Carver donde lo real encuentra fácil acomodo. Su fotografía nos confía un paisaje de esa América sureña que tantos episodios existenciales tuvo que afrontar y dirimir. El autor se adentra por esa fisonomía popular que trasciende una historia vivida, un desarrollo vital que ha sido despojado de sus elementos personales para únicamente manifestar una posibilidad material que, sin embargo, deja transitar por los recovecos de una memoria que se presiente con intensidad.

La muestra del Guerrero nos presenta, además, piezas que plantean la odisea artística de este autor que nos adentra por las circunstancias abiertas del arte americano de la segunda mitad del siglo XX, ese que asumió las coordenadas de una plástica moderna que, allí, dejó elementos de muy variada naturaleza.

De nuevo, nos volvemos a encontrar con el gran sistema expositivo que siempre nos ha hecho disfrutar lo que se cocía desde el alambique poderoso que se manejaba desde la Diputación Provincial. Esta muestra bien que lo constata.

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