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Blanca Portillo | Actriz

“Esta es una adaptación que tiene la fuerza que se necesita para el teatro”

  • La intérprete madrileña protagoniza ‘Mrs Dalloway’, la adaptación teatral de la novela de Virginia Woolf con la que hoy comienza la temporada escénica del Gran Teatro Falla

Blanca Portillo, en una escena de la obra que se verá esta noche en el Teatro Falla.

Blanca Portillo, en una escena de la obra que se verá esta noche en el Teatro Falla. / Sergio Parra

–Vuelve la programación estable a Cádiz, al Falla, y lo hace con teatro y con Blanca Portillo. ¿Qué supone protagonizar esta reapertura en medio de una pandemia?

–En una ciudad que es una capital cultural. Y al abrir y empezar esta nueva realidad con la que estamos lidiando se suman dos responsabilidades: una, la que tiene que ver con lo artístico y con el deseo de transmitir, de comunicar y de compartir y, por otro lado, porque ya lo he percibido, sé que sea crea una especie de sensación distinta, no habitual, en los espectadores y en quienes nos subimos a un escenario. Hay una especie de emoción añadida, de una percepción de las cosas... digamos que con más sensibilidad. Es muy emocionante.

–La sensación de recuperar algo que se había perdido.

–Claro. Ha sido un tiempo durísimo, y sigue siéndolo, para las artes escénicas. Es muy complicado. Hay otros sectores que de alguna manera están más protegidos, más visibles. Pero nosotros estamos ahí, como en esa tierra de nadie. Y es muy complicado.

–Los aforos están reducidos a la mitad en el Falla: puede estar tranquila con el Paraíso porque aquí es numerado, no debe haber los problemas del Real (ríe). ¿Hay alguna diferencia al estar en escena frente a un teatro deliberadamente semivacío?

–Por supuesto que la hay, por supuesto que la hay. Además, como la decisión del aforo corresponde a cada comunidad, el otro día trabajé en un teatro de Santiago de Compostela, de 950 localidades, y había 60 personas... Porque ellos han decidido que sea así, y no sabemos muy bien con qué criterios. Porque está demostrado que el teatro no es un lugar donde la infección se pueda expandir de una forma salvaje: la gente se sienta durante una hora, no baila, no grita, no come, no se mueve, está sentadita escuchando... La labor del teatro es una labor de comunicación, y es algo que casi nunca se contempla porque se siente como una especie de snobismo posiblemente; el actor necesita los receptores, y en espacios tan grandes ver tan poca gente... Además, el espectador lleva la cara tapada, no puedes ver sus reacciones, es muy complicado. Hay un momento en el que bajo al patio de butacas y converso con la gente, ahora tengo que ponerme una mascarilla. Y luego el problema económico, eso está claro. Y los teatros están haciendo un trabajo exquisito en seguridad, las compañías también; yo someto a los actores a un test semanal, vamos con todas las medidas.

–¿Y qué 'Mrs Dalloway' se van a encontrar los 625 espectadores del Falla?

–Van a encontrar una función que en los tiempos que estamos viviendo ha cobrado nuevos ecos. Es una mujer sencilla, casi aparentemente gris, que lleva una vida muy convencional, una mujer de hoy. Aunque la obra fuera escrita en 1925, la hemos convertido en una mujer de hoy. Es una mujer casada, madre de familia, que no trabaja, que vive a la sombra de un marido, pero que tiene una libertad interior maravillosa. Y dentro de esa cárcel dorada que es su matrimonio, es una mujer libre, consciente de las decisiones que ha tomado, que aprecia la vida por encima de todo. Creo que es un canto a la vida, te hace salir del teatro con una sensación de que la vida merece la pena.

–Son personajes distintos, pero puede haber un hilo entre ellos: Nora, en 1879; Clarissa en 1925, incluso Carmen de ‘Cinco horas con Mario’ en 1966... ¿Tan poco hemos cambiado en el transcurso de un siglo para que un personaje femenino pueda tener tantas semejanzas?

–Hemos cambiado poco, aunque hay cambios importantísimos.

–Sé que son personajes distintos, pero algo albergan juntos.

–Sí, hay algo de una construcción social donde la mujer está en un segundo plano, y donde la toma de decisiones es más complicada. Virginia Woolf decía una cosa maravillosa: “Una mujer tiene que tener independencia económica y una habitación propia”. Y en eso, todavía, hay modelos, formas, que son muy difíciles de cambiar. A la gente le puede parecer una exageración, pero es que realmente la sociedad está construida sobre un patriarcado. Y es un esfuerzo ímprobo el que hay que hacer. En los últimos 50 años, probablemente, hemos avanzado mucho más, pero aún así, al día de hoy siguen pasando cosas.

–Y hay negacionistas también en este asunto...

–¡Oh, bueno! ¡Qué me vas a contar! Están convencidísimos de que nosotras nos quejamos de balde y estamos enfermas de la cabeza.

–Volviendo a la adaptación de la obra: un día de una persona cabe en una novela, ¿pero cabe también en hora y media de función teatral?

–Yo creo que sí. Cuando me ofreció el personaje Carme Portaceli (la directora), le pedí el texto para ver cómo se había adaptado una novela que me parecía complicadísima de adaptar.Porque hay también en esa tormenta de pensamientos, en ese fluir de ideas que está en la novela, ese pensamiento permanente que no sabía cómo se podía reflejar en escena. Creo que han hecho un trabajo maravilloso con la adaptación, que no pierde para nada esa poética, todos esos pensamientos se convierten en conversaciones directas con el espectador, que asiste al fluir del pensamiento de los personajes, y se establecen diferentes realidades, la realidad que está ocurriendo en el momento y la realidad mental de cada uno. Y es una adaptación que tiene la fuerza que se necesita para el teatro, el conflicto, que es lo que interesa de repente encima del escenario, y a la vez sigue teniendo esa forma especial que es muy Virginia Woolf y creo que es uno de los grandes valores de esa novela.

–Y una última reflexión. Las máscaras están muy asociadas al teatro y ahora vivimos en un mundo de mascarillas: ¿se ha convertido la sociedad en una gran escena?

–Bueno, es curioso. Alguien dijo el otro día que el hecho de no poder vernos, nada más que la mirada incluso a las personas que conoces, te hace mirarlas de otra manera. ¿Un gran teatro? No lo sé. Ahora, eso sí, el mundo es un lugar donde tenemos que relacionarnos a través de la mirada, y eso es importante. Quiero ver el lado positivo de todo, porque si no, nos convertimos en una máscara neutra que no se relaciona con el del al lado, que no se toca, que no se ve... la mirada es importante.

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