La impresionante terma romana que emergió de los arenales de los Caños de Meca el pasado mes de mayo y en torno a la que han aparecido dos nuevos edificios vinculados a la industria pesquero conservera, se encuentra en muy buen estado de conservación y podría situarse en un aglomerado secundario de gran importancia.

Así lo ha confirmado Darío Bernal, catedrático  de Arqueología de la Universidad de Cádiz que lidera este proyecto, y que asegura que la "tremenda dimensión que han adquirido estos trabajos han multiplicado exponencialmente la riqueza arqueológica del Cabo de Trafalgar".

Este complejo termal rural disponía de un circuito de aire caliente alimentado por un horno que emanaba a través de cámaras en suelo y en las paredes. Entre las hipótesis que manejan sobre sus usos y usuarios contemplan que se trata de un servicio de higiene y de ocio para los trabajadores de las almadrabas, de las fábricas de salazones y de acuicultura de la zona.

Dos nuevas factorías de salazones

Junto al conjunto termal han aparecido dos edificios romanos, uno de los cuales tiene una superficie de unos 150 metros cuadrados, y está dotado de tres ambientes: un pasillo en forma de L al aire libre; una zona con 3 piletas de salazones; y una habitación para la limpieza y despiece del pescado, dotado de una gran mesa longitudinal, de unos 8 metros de longitud con forrado superior de sillería, que es muy similar a la conocida de las fábricas de Cotta en la Mauretania Tingitana (entorno del actual Tánger), y única en su género en toda la península ibérica.

Del segundo se ha documentado la puerta y una escalera de acceso a un segundo edificio, que será excavado en el futuro, y cuyos paramentos presentan dos metros aproximadamente de alzado conservado. Según Bernal, se esperan nuevos hallazgos en este mismo entorno.