Nadia Consolani es fundamentalmente conocida por haber sido la esposa, la compañera, de Fernando Quiñones. Pero Nadia era también creadora: poeta y ceramista. Una mujer culta para un hombre culto, pero también una mujer popular para un ser humano tan popular, con la sabiduría que suele emanar de estos extremos bien combinados y que fueron una de las bases, que no la única, del universo literario de Quiñones. Pero Nadia Consolani tuvo también su universo propio, una faceta creadora que sale a la luz por el empeño de Jesús Serrano, licenciado en Humanidades y máster en Patrimonio Histórico de la Universidad de Cádiz, que de la mano de la Fundación Fernando Quiñones se ha propuesto rescatar, sacar a la luz, la figura artística de Nadia, la gran veneciana a la que Fernando hizo tan gaditana.

Una exposición, una próxima antología de su breve pero relevante producción literaria, con estudio crítico incluido, y una futura biografía son los frutos que ya ha dado y que dará el trabajo de Jesús Serrano, un meticuloso investigador evidentemente fascinado por la obra y la personalidad –y quién no– de Fernando Quiñones y que ha sabido ver también qué hay detrás de Nadia Consolani, un oculto tesoro artístico que merece ser conocido.

Todo comenzó, como explica el propio Jesús Serrano, durante las prácticas de un grado en gestión cultural que realizó en la Fundación Quiñones de Chiclana, su tierra natal. La fundación reclamó al ayuntamiento chiclanero el depósito de dos cajas con la obra y documentos de Nadia que estaban en la Casa de la Cultura. De aquel pequeño tesoro nació la idea de montar una exposición en la que, por primera vez en el entorno Quiñones, Nadia Consolani fuera la protagonista.

A aquella primera semilla, regada también por la continua participación de Jesús Serrano en las actividades de la Asociación de Amigos de Quiñones, se unió la aportación de la profesora de la UCA Nieves Vázquez, que en un máster de estudios hispánicos en el que también estaba sumergido Jesús Serrano le apuntó la idea de hacer algo más amplio aprovechando el trabajo ya iniciado para la exposición.

Los caminos comenzaron a cruzarse provechosamente, Nadia accedió, gracias a la mediación de la profesora Álvarez, y Jesús Serrano empezó a realizar una serie de encuentros, de entrevistas, con la viuda de Fernando para ir hilando y confeccionando el hasta entonces algo desconocido tapiz artístico que Nadia había protagonizado quizás, por qué no admitirlo, a la fresca y gigantesca sombra de su compañero de vida.

Destaca Serrano la implicación y ayuda de profesores, del alcalde de Chiclana, José María Román, y de la delegada Pepa Vela, además de la imprescindible colaboración de la propia Nadia y de sus hijos.

La investigación de Jesús Serrano permitió rescatar la partida de nacimiento de Nadia Consolani y también su brillante expediente académico en la Escuela Municipal de Cerámica de Moncloa, en Madrid. Con todo el trabajo, y con la donación de obras por parte de Consolani, se montó la exposición que se pudo ver desde mayo de este año en Chiclana: paneles con fotografías y documentos y una selección de su obrasen cerámica integraron esta muestra que se podrá ver, algo ampliada, próximamente en Cádiz, y de la que surgió un completo catálogo con interesantes artículos.

Fue durante el viaje que Nadia y Fernando hicieron a Latinoamérica cuando surgió en ella la vocación de trabajar la cerámica, una vez que quedó fascinada por el arte precolombino. También influyó su cuna: una familia burguesa y culta en la que se crió entre libros y manifestaciones artísticas.

Nadia Consolani también escribió poemas, algunos publicados y otros no, que Jesús Serrano reunirá en una antología que se publicará a finales de año. Y más tarde llegará la biografía de esta mujer vital que también tiene bagaje artístico y cultural propio.