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Obituario

Adiós a la sabia guitarra flamenca de Manolo Sanlúcar

El músico Manolo Sanlúcar.

El músico Manolo Sanlúcar. / Miguel Ángel González

La guitarra paciente, rigurosa, comprometida, excelsa –la guitarra sabia– de Manolo Sanlúcar se quedó este sábado sin palabras nuevas haciéndose un silencio espeso que enmudeció al mundo del flamenco, al de la música, al mundo de la cultura, al de la cultura andaluza, a la que engordó de motivos y parlamentos. Moría Manolo Sanlúcar –el de la Tauromagia, el de la Locura de brisa y trino, el del empeño incesante, imparable, por dignificar la guitarra flamenca– a los 78 años habiendo hecho mucho, muchísimo, pero con la misma sed de conocimiento de los que siempre tienen algo por hacer. Se iba el sábado 27 de agosto Manuel Muñoz Alcón, un sanluqueño querido y reconocido. Y no era para menos. El hombre que puso su guitarra al servicio del pueblo. El hombre que puso por delante el nombre de su tierra a su apellido.

Fallecía Manolo Sanlúcar (Sanlúcar, 1943-Jerez, 2022) –qué feo este paréntesis que ya quedará ligado a su nombre por los siglos– llegando el día que desde hace unos años se temía, debido al delicado estado de salud del genio sanluqueño. Y se fue con honores, sí, con muchos títulos y reconocimientos en su solapa –Hijo Predilecto de Sanlúcar y de la Provincia de Cádiz, Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes, Premio Pastora Pavón...– y con su huella puesta en distintos hitos en su tierra natal –auditorio, plaza y monumento–. Pero, sobre todo, Manolo Sanlúcar se ha ido, generoso, dejando un legado enorme. De discos, de composiciones, de ideas y nuevas conjunciones que pusieron en valor la sonanta de concierto triangulando, junto a Paco de Lucía y a Víctor Monge Serranito, la santísima trinidad de la revolución de la guitarra flamenca de su generación.

Poner en valor “nuestra música”, “la escuela flamenca”. Su cometido, su empeño, su obsesión. A ello se dedicó buena parte de su vida a cubrir “el vacío histórico” de una escuela flamenca que “está expresada suficientemente sobre los escenarios pero no está documentada a través de sus formas musicales”. “Es una barbaridad que ocurra esto con una cultura musical extensísima que tiene unos valores únicos y particulares y que ha despertado el interés del mundo occidental y más allá”. Esas fueron sus palabras exactas cuando en 2010, el compositor e intérprete anunciaba que estaba trabajando en una gran obra audiovisual didáctico-artística donde diseccionaría, “como con un bisturí”, los géneros del flamenco. Un proyecto que apenas hace un año comenzaría a solidificarse con el anuncio del lanzamiento de La guitarra flamenca, Manolo Sanlúcar, 6 horas y media de audiovisual artístico-musical protagonizados por 40 artistas y dos obras literarias, dirigidas, producidas y escritas por Sanlúcar. Parece que se avanzó algo del primer capítulo pero ahí está... Con un compromiso de publicación por parte de Diputación de Cádiz y Ayuntamiento de Sanlúcar, como quedaba recogido por los medios de comunicación en octubre de 2021.

Con todo si hablamos del legado de esa guitarra sabia, analítica, que conoce el ADN del duende y, por ello, lo invoca a cada nota, a cada caricia, emocionándonos, emocionándose, habría que buscarlo en la colección de discos que nos deja. Un legado que tiene unos cimientos, claro, los cimientos de una casa. La suya, la casa de su infancia.

Los cimientos hay que buscarlos en Sanlúcar, en Isidro Muñoz, su padre –Isidro Muñoz y José Miguel (Évora) sus hermanos–, un buen aficionado, alumno del reputado guitarrista del momento, Javier Molina, cuyas enseñanzas, claro está, se derramaron también en un joven Manolo. Porque todo lo que beben los padres, irremediablemente, se acaba derramando en los hijos.

Buenas fuentes, sí, de las que sorber y que unidas al talento fueron haciendo río propio. Caudal que escucha Pepe Marchena, que se lo lleva para su compañía, trabajando unos años después para Manolo el Malagueño, etapa donde conoce a la Paquera de Jerez con la que realizó sus primeras grabaciones, amén de las de Pepe Pinto.

Manolo Sanlúcar grabaría con numerosos artistas en su vida pero pronto tomó la guitarra de concierto como su verdadero camino a recorrer. Y es ahí donde nos encontramos con su magia.

Sus primeras grabaciones como solista las realizaría entre 1968 y 1973, período en el que graba Recital Flamenco, Inspiración y, mucho más destacables, los tres volúmenes de Mundo y Formas de la Guitarra Flamenca (publicados entre 1972 y 1973). De hecho, en estas piezas, como dicen los expertos en su obra, ya apuntaría Sanlúcar las líneas principales de su revolución que estaría por venir.

Así, pocos años después, en 1977 publica Fantasía para guitarra y orquesta (1977), Y regresarte. Homenaje a Miguel Hernández, al año siguiente, y siguiendo con más de su veintena de obras encontraríamos a Candela (1980), nos pararíamos en los Azahares (1981) para proseguir cuando llama al oyente en Ven Y Sígueme (1982).

Manolo Sanlúcar y Paco de Lucía en la película de Carlos Saura 'Sevillanas'.

Pero, buscando el acuerdo entre críticos y público, si hay obras de Manolo Sanlúcar imprescindibles para entenderlo, y para entendernos, para conocer la verdadera profundidad de la aportación del maestro a esa escuela de música andaluza a la que tanto dio, son. por supuesto su Tauromagia (1988), considerada la gran obra de guitarra flamenca de la historia, y Locura de brisa y trino, con la que inauguró el siglo XXI. Dos obras antecedidas además por su maravillosa Medea. Obra sinfónica para guitarra y orquesta (1987), que confeccionara para la pieza homónima del Ballet Nacional de España.

Discos para oyentes de todo el mundo que, además, han podido deleitarse con el maestro gaditano en escenarios de todo el planeta hasta que decidió retirarse en 2013. Retirarse de las tablas, porque de la vocación académica, del afán investigador y del empeño didáctico no abandonaron a Manolo Sanlúcar hasta que su estado de salud se lo permitió.

Cuando empezó a flaquear recientemente, como cuenta nuestro compañero Francisco Javier Franco, corresponsal de Sanlúcar, restringió sus apariciones públicas, siendo la última destacada, su asistencia, el pasado 31 de mayo, a la inauguración de un monumento que se le dedicaba en la sede de la Fundación de las Artes Flamencas Aura Seguros, situada en la Avenida de Bajo de Guía de Sanlúcar.

Sólo unos días antes, el 12 de mayo, recibía un homenaje coincidiendo con la reapertura del Auditorio de la Merced, espacio escénico de Sanlúcar que desde aquel día lleva su nombre.

Y es que Manolo Sanlúcar fue profeta en su tierra, amado y admirado en su Sanlúcar natal. De hecho, como recuerda Javier Franco, en junio del pasado año se anunció la creación de la Plataforma ‘Manolo Sanlúcar’ con el objetivo de plantear el reconocimiento público de la figura de la artista con una serie de propuestas dirigidas al Ayuntamiento.

“En el ámbito flamenco y de entre la larga nómina de grandes artistas que a lo largo del tiempo han construido este arte sin par, no hay ninguno al que le cuadre mejor esa doble naturaleza de andaluz y de universal como a Manuel Muñoz Alcón, para la historia, Manolo Sanlúcar. Él mismo se ha definido como un artista de raíces y de alas. Y ha sido y sigue siendo un caso único de artista andaluz capaz de emprender el vuelo, yendo desde sus primeros pasos con la guitarra, aprendidos en sus reductos familiares hasta dominar los enrevesados caminos del lenguaje musical y conseguir crear composiciones orquestales que están destinadas a pasar a la historia de la música española”, reza el manifiesto de esta iniciativa popular. Y qué mejor imagen para una despedida. El vuelo de la guitarra sabia, que continúa.

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