Visitas guiadas

¿Sabía que los dioses del Prado...?

  • Nuria Herrero de Tapeca hace de cicerone en este recorrido por Casa de Iberoamérica, para el que se está gestionando duplicar las plazas, ya agotadas

  • 2.800 personas han pasado por la sala

¿Sabía que Homero fue el primer escritor griego en llevar al papel la fascinante historia de la mitología? ¿Que los dioses adoptan distintos nombres según lo cuenten los griegos o romanos? ¿Que la pintura de José de Ribera de la Cabeza del Dios Baco formaba parte de un lienzo mucho más grande que fue destruido en un incendio? ¿Que Eco fue una ninfa cuyo espíritu persistió en la montaña tras morir de amor siendo relegada a repetir los últimos sonidos de cada frase? ¿Y que Narciso fue condenado a morir de amor por él mismo por rechazar el amor de Eco?

En éstas y otras muchas curiosidades nos adentramos en la concurrida visita guiada –unas 30 personas– a la exposición Los Dioses del Prado en la Casa de Iberoamérica, que se celebra cada viernes y sábado a las 19.30 para introducirnos en las múltiples formas en que los dioses han cobrado vida de la mano de grandes artistas de todos los tiempos. Un recorrido en el que pueden verse obras de Rubens, Ribera, Zurbarán o Albani procedentes de la colección de la pinacoteca más relevante del país.

Las cicerones de cada uno de los entresijos de esta muestra articulada en ocho apartados son Nuria Herrero y Elena Maura, de la empresa de difusión cultural Tapeca, que presentan al público el busto del autor de La Iliada o La Odisea nada más poner un pie en la sala, “pues hasta que no empezó a contarlos en el siglo VIII los mitos se transmitían por la tradición oral”.

Homero, con el que se topa de frente el espectador, fue el primero en transcribir todas estas historias de dioses con aspecto humano a fin de acercarnos las increíbles leyendas con las que originariamente se explicaban el origen del mundo o los fenómenos de la naturaleza, así como el devenir de los instintos poderosos.

Junto a él, entran en acción en el segundo apartado de esta muestra del Prado y la Obra Social La Caixa todos Los dioses del Olimpo. Posicionados en fila y haciendo pasillo al espectador, cada uno de los protagonistas de esta muestra se presentan en escultura o pintura para descubrir o recordarnos los mitos que encarnan. Entre ellos, el que se pintó en el taller de Pedro Pablo Rubens sobre Diana cazadora, que fue castigada por querer mantenerse virgen; sobre Zeus, dios de la poesía y la música; Minerva o Atena, que nació de un fuerte dolor de cabeza del propio Zeus, y de Vulcano, que en esta ocasión pintó Rubens como un ser poco agraciado y cojo, “pues fue arrojado del Olimpo y quedó así a consecuencia de la caída”. Una proyección con sombras de estos dioses y diosas envuelve esta tramo de la visita.

Pero los dioses no son los únicos que dan vida a estas historias, pues normalmente aparecen rodeados de otro tipo de seres mitológicos como faunos, ninfas, sátiros y Espíritus libres, sobre los que se pone el foco en el siguiente apartado. Precisamente una escultura en bronce negro de las Tres Gracias se posiciona en el centro del apartado, en torno al que gira el bello busto de una Musa o la pieza más antigua de la muestra, denominada Éxtasis dionisiaco, del 50 al 40 a.C. Una escultura en la que se aprecia cómo el joven dios Baco volvía locas a las ménades.

¿Y qué ocurre en esta corte de dioses, diosas y seres mitológicos? Pues que se ven inmersos en historias de amor para todos los gustos, que es lo que vienen a contarnos en el siguiente bloque, el denominado Amor, deseo y pasión. Cupido y su juego de flechas de oro para el amor y de plomo para el odio; Baco y su obsesión por Ariadna, que tuvo que convertirse en laurel para huir de su acosador y la historia de Proserpina, cuyo rapto y rescate daba lugar a las estaciones, son algunas de las aventuras que destacan en la visita. También la historia de Narciso, una bella obra de Jan Cossiers que relata su condenado amor.

Pero no sólo de amor vivían los dioses, sino de castigos, representados en forma alegórica también por orden de los reyes que poseían estas pinturas. Entre ellas puede verse La caída del rey Faetón, de Van Eyck, que Nuria acerca a nuestra actualidad, “cuando el hijo cumple la edad y le pide el carro a sus padres, pues esto mismo le ocurre a Faetón, que lo pide a su padre Apolo, no puede controlarlo y éste lo castiga”. De Ribera figura una de las más sorprendentes por sus rasgos tenebristas, pero no mejores obras, “pues presenta una manufactura extraña”, y es de las pocas que no han sido restauradas para esta muestra. Una exposición que también se adentra en la metamorfosis de la que abusaban los dioses “con el propósito de conseguir el placer carnal”, como puede verse en Júpiter y Antíope, en la bella obra de Leda y el cisne, de Pencz y en la pieza del cartel, Apolo persiguiendo a Dafne.

Continúa en la sección de los Héroes, “que suelen ser hijos de un dios”, y donde se ve al Hércules de Zurbarán, y concluye en la Guerra de Troya, para descender desde los cielos de los dioses, a los bajos instintos terrenales de la obra El incendio de Troya, con una visión abierta de este enredo de troyanos y griegos que pone el punto y final a esta visita de una hora. De momento, la expectación por esta exposición ha sido tal, que en apenas dos semanas la han visitado 2.800 personas y no queda agenda para estas visitas guiadas. Si bien, se está gestionando la duplicidad de las plazas, dada la gran demanda.

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