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Cultura

Recuperados una cúpula y varios relieves en la Casa del Almirante

  • La estructura elíptica que escondía el edificio conservaba los colores originales · El patio interior ha descubierto trampantojos y una cenefa con motivos de inspiración italiana

Quienes la soñaron, nunca la habitaron. Los trabajos de construcción de la Casa del Almirante don Diego de Barrios, fechada en 1690, tardaron varias décadas en completarse. Terminaron justo a la muerte del comerciante -que debía su apodo a su flota de buques mercantiles- y por algún motivo, la casa ya no ejerció de residencia oficial de la familia.

Todavía entre andamios -se prevé que los trabajos de restauración del inmueble se alarguen unos meses más-, la Casa del Almirante empieza a mostrar lo que fue durante un breve periodo de tiempo. O, sobre todo, lo que estuvo llamada a haber sido. Una de las sorpresas de este proceso de restauración ha sido la cúpula elíptica de 29,21 metros. Aunque el equipo de restauradores de Monumentos Alavista sabía de su existencia, no esperaban que su estado de conservación fuera tan bueno. De hecho, en vez de tener que realizar una labor de coloreado casi completa, apenas han tenido que retocarla. La estructura de la cúpula -de yeso sobre madera- estaba oculta bajo varias capas de cal y pintura, y el trabajo de recuperación del original ha sido muy delicado.

En las distintas esquinas del cuadrante, se suceden tres motivos de medallón y uno en forma de corazón, que marca la entrada a la planta principal: "Se sabe que las fincas de la época -comenta Germán Garbarino, gerente de Monumentos Alavista- tenían los almacenes y las oficinas en la planta baja, la siguiente estaba destinada a la servidumbre y después venía la planta 'noble', con las dependencias familiares". Por eso, se piensa que en el corazón iban a inscribirse las iniciales de los dueños de la casa, tal como se estilaba en la época. Una intención que finalmente no llegó a plasmarse.

Otra de las sorpresas para el equipo de restauradores han sido los motivos de relieve aparecidos en el patio interior del edificio. Una técnica decorativa, la de los dibujos geométricos, que era muy habitual en las casas del norte de Italia. Sin embargo, lo que no era tan habitual -y que sí se da en estos dibujos- es la diversidad de estilo: cada tramo de la cenefa ha sido trazado siguiendo un modelo distinto. "Yo creo -indica Garbarino- que lo que vemos son las muestras que se diseñaron, pensadas para escoger sólo una. Pero luego a los dueños, les gustó como quedaba con cada una de una forma".

Las pilastras del piso superior del patio muestran, además, trampantojos imitando ladrillos vista. Los motivos cromáticos parecen hacer sido una de las principales características de la finca. "Los singulares motivos geométricos de las torres mirador -explica Germán Garbarino- se utilizaron por primera vez en la Casa del Almirante. Pero en los ochenta, con el Plan Urban, la fachada se picó durante el proceso -prosigue-. Los colores originales eran los que aún podemos ver en la portada, y los que se repiten en los motivos cromados del interior: rojo almagre y beis. Todas las columnas estaban pintadas, incluidas las pilastras superiores de la fachada".

El proceso de recuperación en las pinturas -a las que se han ido aplicando, a lo largo de los años, materiales que absorbían la pigmentación- ha sido delicado y lento. Por eso, las obras de restauración se están realizando utilizando bisturí y recurriendo a pigmentos naturales -polvo de minerales- y consolidante para fijar los colores.

Uno de los elementos más reseñables en el proceso de restauración fue el escudo de armas de la familia, el más antiguo que se conserva en la ciudad. El emblema, pintado al fresco sobre tablitas de madera y yeso, puede verse en el techo del salón principal de la casa. "Como antes la finca estaba dividida en partiditos, esta habitación entera era un piso -indica Germán Garbarino-, y justo bajo el escudo habían puesto una cocina. Curiosamente, la grasa terminó actuando como conservante natural".

En la finca han aparecido, además, varios dinteles del siglo XVII, comunes en otras edificaciones gaditanas "pero en este caso la sorpresa -dice Garbarino- ha sido que tienen el dibujo de una columna románica en medio".

Los brocales de los pozos genoveses, con la efigie cuadruplicada del hombre-pez, se mantendrán tal y como están en la planta baja. También en esta planta han aparecido veinticuatro tinajas -2,30 metros de profundidad por 1,80 de diámetro- destinadas a almacenaje, y sobre las que se prevé disponer una cubierta acristalada.

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