Pasional pintura figurativa
La exposición en los espacios de la antigua cartuja de Santa María de las Cuevas sirve para contactar con una artista de la que sólo teníamos noticias desde las distancias literarias
Sylvia Sleigh. CAAC. Sevilla.
El nombre de Sylvia Sleigh está ligado a un inquietante segmento reivindicativo del arte americano de la segunda mitad del siglo XX. Había nacido en Gales en 1916, marchándose a los Estados Unidos y fijando su residencia en Nueva York en aquellos primeros años 60, cuando la capital neoyorquina todavía estaba sumida en los impactos artísticos que supusieron la asunción de los esquemas expresionistas de Pollock y Rothko, principalmente. Ella fue desde un principio una artista de absoluta filiación figurativa y siempre se mantuvo en esa creencia estética a pesar de la poderosa trascendencia que la abstracción tenía en la América desde los planteamientos del action paintin -Jackson Pollock, Willem de Kooning, Arshile Gorky y Fraz Kline como representantes más significativos- y del color-field painting, con Mark Rothko, Barnett Newman, Clifford Still y Enrico Accatino, como figuras más trascendentes.
La artista galesa fue una pintora con mucha personalidad, con mucho carácter, sabiendo lo que quería y convencida de su concepción estética. Por eso mantuvo una línea creativa basada en una pintura ilustrativa de una humanidad cercana a la propia artista, retratando una sociedad festiva, adscrita a aquella modernidad neoyorquina que se abría a las experiencias artísticas influenciadas por el arte europeo de las primeras vanguardias.
La vida artística y personal de Sylvia Sleigh tuvo muchas incidencias, muchos matices y muchas circunstancias que hicieron posible un discurrir creativo y vivencial lleno de intensidad imponiendo su potestad pictórica y asumiendo posiciones sociales en torno a la lucha por los derechos feministas. Estuvo casada con el, también, inglés Lawrence Alloway que fue conservador del Guggenheim de Nueva York y el que primero que utilizó el término pop-art. Fue una referencia válida para la difusión del retrato erótico al que sometió a una nueva mirada, abriendo perspectivas en la concepción de una estética que llevaba consigo una realidad interpretativa diferente a la que hasta , ese momento, había desarrollado la pintura de retratos, siempre concebida desde la posición del artista masculino.
La exposición en los espacios de la antigua cartuja de Santa María de las Cuevas de Sevilla sirve para contactar con una artista de la que sólo teníamos noticias desde las distancias literarias y que, ahora, se tiene la oportunidad de contemplar su particular manera de interpretar la figura humana, su personal forma de realizar el retrato, sus desenlaces figurativos y su desarrollo erótico - pintó en innumerables ocasiones a su modelo, Paul Rosano -. Nos encontramos con una pintora distinta, a contracorriente, con una visión de la realidad muy esencial y cercana, posición que tiene mucho que ver con los planteamientos de la estética pop, pero llevada a un extremo singular donde el espíritu feminista está muy latente.
Retrató a sus amigos, a los pintores, a su marido, a Rosano - su modelo preferido al que veía con un parecido con Jane Morris, la modelo del pintor prerrafaelitas Dante Gabriel Rosseti, movimiento artístico al que Sylvia Sleigh tenía una gran veneración-, personas cercanas a la artista de las que extraía sabias posiciones representativas.
Muy interesante la exposición de esta artista importante para comprender el desarrollo de la pintura figurativa que compartió estamentos con los episodios de la no concreción a lo largo del siglo XX.
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