Negro sobre negro

Novela negra hecha obra de arte

  • ‘Contrapaso. Los hijos de los otros' no sólo enamora por sus bellísimas ilustraciones sino por su trama

Una imagen de 'Contrapaso'.

Una imagen de 'Contrapaso'.

Para cerrar esta primera temporada de nuestra página sobre el género negro que tanto nos apasiona —volverá a finales del próximo mes de septiembre— vamos a tomarnos la licencia de no recomendar un libro al uso sino una novela negra gráfica, un cómic, un tebeo si quieren, aunque también podríamos catalogarlo como una auténtica obra de arte. Porque eso es lo que es Contrapaso. Los hijos de los otros, ni más ni menos que arte puro escondido en las páginas de un álbum maravilloso creado por Teresa Valero.

Contrapaso enamora. No sólo por sus ilustraciones, bellísimas, cuidadas, documentadas hasta la búsqueda obsesiva de fotos antiguas para mostrarnos ese Madrid de 1956 que aún se lame las heridas tras una guerra cruel, porque después de la guerra, como dijo Fernando Fernán Gómez en Las bicicletas no son para el verano, no llegó la paz, llegó la victoria. Y la paz no acaba de llegar, pero se le espera.

Portada de 'Contrapaso', de la editorial Norma. Portada de 'Contrapaso', de la editorial Norma.

Portada de 'Contrapaso', de la editorial Norma.

A ese Madrid de la posguerra llega León Lenoir, el hijo de un comunista muerto en la Guerra Civil y que ha sido criado en el seno de una familia que comanda con mano de hierro un general antes de que emigrara a Francia. León entrará a trabajar en la sección de sucesos del diario La Capital, donde conocerá a Emilio Sanz, un militante falangista que esconde más de un secreto doloroso en el mismo corazón sobre el que porta la insignia del yugo y las flechas. Emilio narra esos crímenes que chocan con la imagen de un país idílico que el dictador quiere vender, donde la seguridad es lo primero y donde un asesino en serie empieza a matar a chicas y decora los escenarios con un sello especial. Sanz está obsesionado con él y con el hecho de que a cada crimen sucede la muerte de un chivo expiatorio, el primero que pasaba por allí y que estuvo donde no debía estar. Entonces se le saca una confesión y se le deja en manos de un verdugo a veces poco experto, otras bajo los efectos del alcohol, lo que se traduce en muertes torpes y de crueldad gratuita. Sanz relata con su prosa ágil y poderosa crónicas de las ejecuciones, aunque nunca se publican, no pueden publicarse. Fontana, su director, lo tiene claro. “No puedo publicar esto sin que me cierren el periódico. Y lo sabes”. “Sí, lo sé”. “¿Y entonces por qué coño lo has escrito?”. Y Sanz da en el clavo ardiendo al que se agarran los buenos periodistas. “Es la verdad. ¿Te suena la palabra?”.

La temeridad de Sanz y León, otro romántico del periodismo obsesionado por contar las cosas como son, les hará involucrarse más de lo que la sensatez aconseja en una España llena de secretos en la resolución de un supuesto suicidio. Esto les llevará a enfrentarse a la represión de la dictadura franquista y a desvelar una oscura trama que implica a algunos de los médicos más prestigiosos del régimen.

A través de sus 140 páginas, Teresa Valero no sólo nos muestra ese Madrid oscuro de la posguerra, de hambre y contrastes, también es capaz de tejer una historia que te atrapa como lo que es, un magnífico thriller social en una época en que la tiranía estranguló cualquier forma de disidencia. Y todo ello, con un ritmo vertiginoso, como el mejor cine negro americano. Porque en Contrapaso hay dolor pero también amor, como el que sienten León y Paloma, su prima, capaz de revelarse y huir de la casa familiar plantando cara a su padre el general.

Háganse un favor y descubran Contrapaso. Los hijos de los otros. El único problema es que al terminar se van a quedar con ganas de más.

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