María Moreno y el buen género flamenco
FIT de Cádiz
La bailaora y coreógrafa gaditana se baila la Plaza de Abastos de Cádiz en el 38º FIT en un 'verso libre' creado específicamente para este espacio
María Moreno: "Me voy a bailar el Mercado de Cádiz como me da la gana, y eso es un lujazo"
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Cádiz/Brazos de soleá, pies de seguiriyas, caderas de tango, actitud de bulerías. María Moreno, más fresca no la hay, despacha su género, su buen género flamenco, en el pescao del Mercado en un tú a tú con su público directo, sin filtros, descarado. Estamos en la Plaza, señores, en la Plaza de Abastos de esta gran población, y la gaditana no necesita ni de tanguillos manidos, ni de argucias de comerciante fenicio, para vender esta pieza creada específicamente para este espacio, corazón vivo de Cádiz, en el 38º Festival Iberoamericano de Teatro.
El latido de la Plaza, ese que de noche ahoga la poquita de impostura que se respira en el copeo y el tapeo del Mercado Gastronómico, retumba a través de los auriculares que el equipo de la bailaora y coreógrafa ofrece a los asistentes a la entrada del espectáculo de aforo reducido. Los cascos reproducen su bombeo diurno -"¿esas doradas son salvajes?", "el 36, llevo el 36"- y las fosas nasales activan la memoria olfativa. El pescao, estamos en el pescao, que es el pescao de noche y de día, sin trampa, ni cartón. Sin disfraz.
María nos ha dibujado el lienzo, la experiencia sensorial, que se dice, y su sombra recortada avanza con paso casi amenazante por un pasillo mientras el grupo que la esperamos sonreímos nerviosos sin saber muy bien qué esperar. Con la Plaza (la Plaza de día, la verdadera Plaza) en el oído y su olor intenso en las narices andamos tras María Moreno enfundada en el grueso delantal verde de goma ajustado a un talle cubierto por una fina malla y una red de trasmallo. Y le compramos hasta el hielo.
Así es, María nos lleva de un puesto a otro, de escenarios improvisados al taconeo en pleno suelo, húmedo; de la guitarra/laboratorio de experimentos de Raúl Cantizano a la sonanta clásica de Eduardo Trassierra, lacerante; de su baile más minimalista a su recital de punta y tacón, su festival de giros. Y vamos tras ella, que a veces camina animándonos a seguirla con los dedos, que a veces se sube en un carro de carga y más gitana errante no puede ser. No sabemos dónde vamos, ni adónde nos quiere llevar, pero nos acordamos de la Ítaca de Cavafis, nos dejamos caminar.
En el viaje nos guía una María Moreno salvaje, sudada, despeinada. Una María Moreno trabajadora, obrera, que le quita a su arte, su arte mayor, todo rastro de elitismo para conectarlo con algo atávico. Con algo personal. Como la mar, el baile es una llamada, es una vocación, es la vida. Y María lo cuenta, no sólo con su cuerpo, también con palabras. "Me paso todo el día así, todo el día bailando, desde chiquitita...", explica tras encadenar taconeos y onomatopeyas y jaleos (arsa, uyy, po, po, ah, toma, toma...) como en el estudio de ensayo, como en el salón de casa, como en la cocina frente al cristal del horno, desdibujada, el lugar fetiche de la niña María.
Cabe la confesión, sí, en el espacio público más íntimo de una ciudad, que no es otro que el de un mercado. Donde nuestras madres, y nuestras abuelas antes que nuestras madres, y antes que ellas sus madres, han comprado el sustento, han vendido sus penas, han compartido alegrías. El confesionario laico, el mercado, la Plaza de Abastos, de esta gran población, donde María Moreno alza los brazos ante los pregones de Perrate que suenan en los auriculares, esos de los que la artista se deshará en algún momento de trance; donde María Moreno baila tanto en una atmósfera casi onírica salida de la magia y cachivaches de Cantizano como del ambiente corpóreo, sólido, del maestro Trassierra. Aire y tierra, ambas magníficas, ambas vitales. "Yo soy muy flamenca pero en la calle soy otro estilo..."
María Moreno que, eso sí, quizás deja la pieza morir sin un cierre contundente pero que durante casi una hora nos ha convencido de los productos de su mercado de las maravillas. María Moreno, única en su género, su buen género flamenco, que no tiene precio.
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