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María Espejo y el jeroglífico de la mitología egipcia

  • La autora gaditana firma el texto y las ilustraciones de 'El poder de Heka' (Siruela), una introducción a las creencias de la civilización del Nilo

Una de las ilustraciones sobre el mito de Isis y Osiris.

Una de las ilustraciones sobre el mito de Isis y Osiris. / María Espejo

Un niño que flota sobre un nenúfar (flor de loto) ante una fila de hombres y mujeres con cabeza de rana o de serpiente. Una balanza con una pluma junto a un dios-perro y una bestia hecha a trozos, a los que sobrevuela un halcón con cabeza humana (¿arpía?). Un dios momificado con la cara verde. O negra. Una mujer desnuda y curvada sobre dos hombres –en pie, el uno; acostado, el otro–, con brazos y piernas alargados, atrofiados como gomas. La simbología egipcia es dura, sí. Lo iconográfico de cualquier mitología de fuera de nuestros referentes resulta, de hecho, un lenguaje extraterrestre.

Los mitos egipcios tienen, a más colmo, una complicación añadida: “Es muy difícil encontrar una línea narrativa –cuenta la ilustradora María Espejo–. Cuando coges libros de Egiptología, te vienen muy bien para documentar un mito porque hay un montón de vertientes, pero nadie ha hecho una narración tratando de contarlos como un cuento, como seguramente se contaba allí, y como hemos terminado perfilando muchos mitos griegos; además que en la civilización griega clásica tenemos unos documentos escritos con un nivel literario que da gloria leerlos, mientras que en el Antiguo Egipto, aunque también hay cuentos alucinantes, carecen de esa línea narrada: es una civilización que se ha desgastado mucho, los documentos que había (papiros) se han roto o desintegrado. Así que lo que te encuentras es una información muy dispersa”.

Espejo (Cádiz, 1981) acaba de publicar El poder de Heka: Mitología y magia en el Antiguo Egipto, un libro ilustrado que pretende ejercer de introducción básica a los rudimentos de algunos de los mitos más antiguos de la historia de la humanidad. De hecho, sorprende encontrar muchas similitudes con mitos propios de la tradición judeocristiana: el mundo que surge de las aguas lodosas, la palabra como comienzo de la vida, el dios que lo escucha todo. “Gran parte de las creencias egipcias serán la base de todo lo que vino después –corrobora María Espejo, que además de ilustrar ha escrito las descripciones y leyendas que recoge El poder de Heka–. Ves elementos de la mitología egipcia en otras culturas porque ahí estaban, además, los fenicios importando cosas de unos sitios a otros. Y, entre esas cosas, se encontraban los dioses”.

Los mitos egipcios tienen un carácter muy disperso, por lo que es difícil establecer una línea narrativa

La dificultad de traducir las creencias egipcias al lenguaje actual la encontró María Espejo cuando empezó a montar talleres de dibujo y mitología para niños en Madrid, donde reside desde hace años. En ese primer contacto con la documentación, “veía que un libro de mitología egipcia convencional te contaba, por un lado, la historia, y luego te iban dando mucha información dispersa... Yo me he mantenido fiel a una versión y lo que he intentado es darle forma de narración fluida”.

Parte de esos exotismos, de esas costumbres y simbología tan extrañas, se desencriptan a partir de la realidad egipcia. Ahí tenemos al loto azul, símbolo de la luz que llega. Los báculos de los faraones, esa especie de bastoncillo y la fusta que simbolizan al buen gobernante –zanahoria y palo, sí–. E incluso la momificación: un proceso mucho más básico en las primeras momias, arrugadas por el desierto y enterradas en la arena con un montículo al lado, que no era más que la arena extraída. El sistema, digamos, se fue sofisticando hasta lo inimaginable. “Además –continúa María Espejo–, su narración tiene mucho de iconográfico porque la gran mayoría de la población era iletrada. Así, un rostro se entiende mejor de perfil, pero el ojo se entiende mejor de frente; y resaltaban los elementos más importantes: la curvatura de la barriga de la mujer, porque para ellos era muy importante la fertilidad. Los faraones llevaban las imágenes de sus enemigos en sus chanclos para ir pisándolos”. Sí, a Jodorowsky le gusta esto.

"Todos los mitos están sacados de la relación con el entorno –continúa María Espejo–, porque es en esa época en la que ciencia y religión están unidas, son una misma cosa. La medicina egipcia podía ser tremendamente avanzada, pero un médico te curaba una picadura de escorpión recitando una oración a Isis. Por supuesto que lo esencial era curar el cuerpo, pero no despreciaban lo que entendían por el lado espiritual”.

El culto a Isis persistió en el Mediterráneo e iba más allá de la figura de la diosa madre

Del hieratismo del arte egipcio a los dibujos de María Espejo, que son todo plasticidad. “Cuando te estás informando, intentas imitar el estilo egipcio para contar las cosas –desarrolla–. Pero lo que yo quería hacer era una traducción visual, para que pudiéramos decodificarlo y llevarlo un poco más a la ficción. En la parte más divulgativa, sí que me he basado más en el estilo que desarrollaron los egipcios, sobre todo, para que se pudiera identificar la simbología, con esa especie de pequeñas guías...”

De entre todos los dioses egipcios, fue Isis la divinidad que permeó a través de distintos cultos. Se siguió adorando incluso a partir del siglo IV, cuando ya había edictos que lo prohibían. Y quizá su culto, siguiendo las estampas de la iconografía, nunca se ha desterrado del todo: “Primero, porque el mundo grecoromano y el egipcio, desde Alejandro, tuvieron mucha relación –indica Espejo–. Y después, porque Isis tenía muchas similitudes con otras diosas, igual que ocurría con la Astarté fenicia. Es imposible no encontrar referencias entre sus imágenes, con el niño Horus en las faldas y el disco solar en la cabeza, con nuestras Vírgenes María con el Niño Jesús, también coronado con la aureola”.

Muy al hilo, la civilización egipcia fue también una de las que más espacio dio a sus mujeres: “Exceptuando sociedades como la celta, que era más moderna que la egipcia, es verdad que en muy pocas de las grandes civilizaciones las mujeres gozaron de los derechos de los que gozaron aquí –señala María Espejo–. Es algo que llama la atención poderosamente”. Retomando el tema de Isis, su mito es uno en el que la figura femenina tiene “un papel activo –indica la autora–. De hecho, Osiris, no hace casi nada: es protagonista pasivo, por decir. El recorrido del héroe lo hace ella. Isis gobernó Egipto cuando su esposo faltó; era capaz de grandes magias, de poner en su sitio al propio Ra porque conoce su nombre secreto; se puede disfrazar, cualidad que emplea para dejar en ridículo a Seth... Es decir, no se limita a ser una diosa madre, su papel va más allá”.

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