Cultura

Anate Rivera novela el amor desde la filosofía budista

  • La escritora publica 'El hombre que sabía amar', obra en la que indaga en las claves de la creación literaria y de las relaciones

La escritora chiclanera, Anate Rivera.

La escritora chiclanera, Anate Rivera. / D.C.

La chiclanera Anate Rivera retoma un fenómeno al que se refieren no pocos escritores -el de los personajes que hablan y actúan "por sí mismos"- para desarrollar la trama de su última novela: El hombre que sabía amar (Círculo Rojo). Una propuesta que va un paso más allá y en la que la autora presenta a un escritor que vive convencido de que su producción literaria es "completamente autónoma". Algo que, afirma la escritora, ocurrió también en este título: "Generalmente -indica-, cuando esto ocurre, y tienes la sensación de que no tienes control sobre lo que los personajes quieren vivir, terminas descubriendo cosas claves sobre la historia, o sobre tu vida, o soluciones a propuestas que ni siquiera hubieras contemplado conscientemente. Pero es algo que sólo entiendes ya al final de todo, cuando ves la conclusión".

Como en sus títulos anteriores, El hombre que sabía amar no es una obra ajena a la filosofía budista, sobre la que la autora chiclanera comenzó a interesarse mientras escribía su primera novela (Melocotón sin piel): una concepción del mundo por la que siempre había sentido "curiosidad" pero en la que fue profundizando a partir del trabajo de documentación, descubriendo "una realidad desconocida, más allá de los clichés, para la mayor parte de nosotros", y en cuyos preceptos ha procurado vivir desde entonces. "El budismo recorre de forma inevitable todo lo que he escrito: siempre está ahí, aunque sea de forma implícita, por debajo de los elementos principales", explica la autora de títulos como El hijo que me naciera o Cuentos de vacuidad.

Así, El hombre que sabía amar "no es un libro de autoayuda -advierte- pero sí que nos obliga un poco a mirar hacia dentro". Sobre todo, respecto a los parámetros egocéntricos desde los que establecemos las relaciones: "Es una historia de amor tramada desde la perspectiva de la filosofía budista -explica Rivera-, es decir: está más enfocado en la felicidad del otro que en la de uno mismo, y en el desprendimiento absoluto del ego, que se entiende como el fin de todo sufrimiento, aunque para ello haya que dejar alejarse a quien queremos".

"No supone un falso consuelo, como diríamos aquí, una actitud a lo zorra y uvas: si no puedo tenerlo, no era tan importante -continúa-. Partimos de la base de que no se depende del objeto, de la persona o del estímulo para estar bien. Para ello, claro está, hay que procurarse una estabilidad emocional constante".

"Normalmente confundimos amor con apego y tenemos esa dependencia del otro para ser feliz nosotros. Este es un concepto profundamente egoísta del amor, que hace que no tengamos una buena educación emocional -explica Anate Rivera-. Estamos educados en el egoísmo, en concedernos placeres a nosotros mismos y en construir nuestro bienestar a costa del otro, cuando la clave es justo la opuesta".

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