Cultura

Alejandría trae su invitación para disfrutar del libro a la calle Sagasta

  • El local, continuación de un negocio on line, se inauguró a finales de diciembre

Si hacemos caso a lo que dijo John Ernest Steinbeck, escritor y premio Nobel de Literatura en 1962, "por el grosor del polvo en los libros de una biblioteca pública, puede medirse la cultura de un pueblo". Habría que hacer un seguimiento para comprobar si esos libros son leídos, usados como artículos de decoración o paseados de domicilio en domicilio por una masa frívola y cultureta. Sería casi un trabajo antropológico de Basurología. El número de librerías por habitante se podría añadir a este estudio y a la idea de Steinbeck, en el sector privado.

La última librería en sumarse a las que han sobrevivido es la librería-cafetería Alejandría que ha abierto sus puertas en la calle Sagasta, haciendo esquina con la calle Benjumeda, donde se ubicaba anteriormente Muebles Cádiz. Un local grande que está dividido en tres niveles y que se aprovecha para el uso clásico como librería además del de cafetería. Una nueva fórmula que inauguraron en Cádiz las chicas de La Clandestina, en José del Toro con Cardenal Zapata, y que resulta muy sugerente.

Dina El Ghoulbzouri es la artífice de esta nueva iniciativa. Está cumpliendo uno de sus sueños. La intención, como explica, "es crear un ambiente cultural". En la agenda de Alejandría quiere incluir firmas de autores, tertulias, cuentacuentos, actividades para niños, semanas temáticas, conmemoraciones de fechas señaladas, centrándose en los más pequeños. En estos días ha celebrado la entrega de premios de un concurso literario familiar.

La intención de esta delineante es colaborar con la reflexión social. Para Dina, "uno de los grandes problemas es que la gente deja la política y la economía en manos de los demás, de esa ignorancia parte del resto de los problemas". Le gustaría que en su librería-cafetería "se hable de todo libremente y pluralmente". Ha vivido en Tánger durante un tiempo y, desde su experiencia, reconoce que "allí el ambiente cultural era mayor que en Cádiz". Una cosa que Cádiz necesita, reflexiona.

La idea de compaginar los libros y el café le resulta muy atractiva. "Son dos formas de aprender", apunta Dina El Ghoulbzouri, "pasar un buen rato con los amigos, escuchándolos, compartiendo conocimientos, se puede aprender mucho de ellos". Lo mismo le ocurre con los libros, de cualquier género, "son dos maneras de aprender", puntualiza, y es algo que necesita para ser feliz.

La librería-cafetería Alejandría ha sido el fruto de un trabajo de cuatro años, al que todavía le quedan muchos detalles por incorporar y mucho género por colocar en las estanterías. "Hemos abierto antes de las Navidades para aprovechar las fechas", reconoce la dueña. Pero un detalle significativo que le comentó hace poco una amiga es que "las tres últimas librerías abiertas en Cádiz lo han hecho mujeres".

Bienvenida sea la cultura y los lugares para su esparcimiento. La nueva librería-cafetería Alejandría, La Clandestina, Las libreras, Alpa, Jaime, Quorum, Quiq y Quentum, Manuel de Falla, Plastilina o las de segunda mano de Raimundo se mantienen o han cubierto los espacios que otras dejaron: La Marina, Omega, Alfa, Mignon, Minerva, Cominero, Cerón, Petrarca, Dulcinea, disculpen si queda alguna en el tintero.

Librerías, librerías-papelerías o librerías-cafeterías, para cualquiera que sea la fórmula se necesitan espacios para la distensión, la adquisición de conocimientos y la reflexión en una ciudad donde hace 200 años existían multitud de librerías en el momento en que los franceses sitiaban la plaza. Un mundo, el de los libros, que inundaba el imaginario de la vida eterna que tenía Jorge Luis Borges, que como dijo: "Siempre imaginé que el Paraíso sería algún tipo de biblioteca". Que se lean libros siempre es recomendable. Y periódicos, también.

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