A pesar de que no hay evidencias arqueológicas de su existencia, más allá de los grafitos encontrados en la Factoría de Salazones de cuyo descubrimiento este jueves 18 de marzo se cumplen 25 años, el Faro de Gades ha sido ampliamente mencionado por las fuentes escritas.

Así, el primer documento que habla de esta construcción es la Crónica mozárabe, donde a mediados del siglo VIII d.C. se describía sus elementos singulares, mientras que en el siglo X d. C. aparecía reflejado en un texto de Al-Masudi, si bien sus referencias “presentan cierto matiz legendario”, como aseguraba el, de hecho, descubridor de los grafitos, el arqueólogo Ángel Muñoz en un reportaje de este periódico con motivo de la apertura al público de la Factoría de Salazones tras su puesta en valor.

La descripción más detallada y completa del Faro de Gades la encontramos en un texto de Al-Zuhrí de mediados del siglo XII pues, al parecer, el autor lo conoció antes de su destrucción. Y de la misma época es La crónica Pseudo-Turpini, un texto cristiano escrito por un monje anónimo que debió conocer las fuentes árabes citadas.

Los textos de Al-Garnati –siglo XII–, Yakut y Al-Kazwini –siglo XIII–, Jiménez de Rada, Alfonso X y Al-Himyari –siglos XIV y XV– también mencionan esta torre que, “según coinciden todas estas fuentes”, como apuntaba en aquel momento Muñoz, era un edificio de altura considerable, entre 60 y 124 codos (50 y 104 metros), de varios cuerpos superpuestos rematado por una estatua de notables dimensiones –de 6 a 8 codos (de 5 a 6,7 metros)– hecha de bronce dorado, cobre, hierro con cobre o latón con baño de oro (el material depende de la versión tenida en cuenta).

Los grafitos hallados en la Factoría de Salazones, sin embargo, parecen alejarse de la imagen que ofrecen los textos, siguiendo más el modelo del Faro de Alejandría.