Eastwood se enfrenta al más allá

Clint Eastwood no tiene que demostrar nada, pero sigue en la brecha pasados los 80 años. Con su ritmo profesional se ha convertido en una especie de Woody Allen, con una película anual que es una cita obligada para todos los cinéfilos. Lo hace con tanta precisión que sus obras llegan siempre a principios de cada año, aligerando así las cuestas de enero con filmes que nunca defraudan del todo. Retirado de la interpretación, con una carrera como cineasta repleta de obras maestras, Eastwood ya hace lo que quiere, desde liquidar su mito cinematográfico en Gran Torino, reverso nada tenebroso de su clásico personaje que culminó en la magistral Sin perdón, hasta aceptar encargos de su amigo Morgan Freeman y echarle una mano para ayudarle a ganar un Oscar que no se materializó en Invictus.

En aquella película, el gran Clint conoció a Matt Damon, y se quedó tan contento con su trabajo que le ofreció ser el protagonista de Más allá de la vida, que se estrena hoy. Como muestra de la joven inquietud del director, hay que decir que por primera vez en su carrera se adentra en el thriller sobrenatural. Tal vez la edad le haga pensar en lo que hay al otro lado de la muerte. Pero como de costumbre, y como los viejos cineastas clásicos con los que justamente se le compara, no parte de un proyecto personal. El responsable es el dramaturgo y guionista británico Peter Morgan, candidato al Oscar por sus libretos para The Queen, El último rey de Escocia y El desafío: Frost contra Nixon. Morgan lo escribió para una especie de exorcismo por el dolor que le supuso la muerte de alguien muy cercano. Tras esto, lo metió en un cajón. Sin embargo, un día en que hablaba con Kathleen Kennedy, una de las manos derechas del midas Spielberg, sobre otros proyectos, el guionista recordó su dolorido texto y lo recuperó, con lo que tenemos en Más allá de la vida la sabrosa unión de los talentos de Spielberg como productor y Eastwood como director.

El gran Clint también se enfrenta a un guión más complejo de lo habitual donde se unen tres historias. Sin embargo, fiel a sus métodos económicos bien testados durante 40 años de carrera tras la cámara, la rodó en tres semanas, y eso que hacían falta efectos especiales para recuperar una de las grandes tragedias de la década recién finalizada, el tsunami que arrasó Indonesia en las navidades de 2004. Un tema, por cierto, que protagoniza Lo imposible, el debut en el cine internacional de Juan Antonio Bayona, que rentabiliza así el éxito mundial de El orfanato.

La historia nos presenta a tres personajes. Uno es un obrero estadounidense (Matt Damon) que tiene poderes sobrenaturales y puede hablar con los muertos. Pero el coste emocional de su actividad es tal que acaba dejándolo. La segunda es una periodista televisiva francesa (Cécile de France) que sobrevive al desastre de Indonesia. Pero está a punto de ahogarse. Salvada en el último minuto, tiene una experiencia ultrasensorial que acaba afectando a su vida. Por último, un niño londinense (encarnado por los mellizos Frankie y George McLaren) que se siente culpable por el asesinato de su hermano y quiere contactar desesperadamente con él en el más allá. Un día descubre al parapsicólogo encarnado por Damon en un aeropuerto y le pide ayuda. Al poco se unirá la periodista para intentar ver si realmente hay algo allende la muerte.