Wilo, el coleccionista de olas
Pioneros del turismo (II)
El surfista Guillermo Morillo, fallecido hace un año, descubrió la mejor ola del sur para galopar, la de El Palmar, a principios de los 70. Hoy es una de las mecas del surf

(EN la muerte de Brian Wilson, el genio de los Beach Boys que, sin haber cogido una ola en su vida, llevó las buenas vibraciones del surf por todo el mundo).
No habrá un consenso sobre quién fue el primer español que domesticó una ola sobre una tabla. En el documental La primera ola, que recorre los santuarios del surf patrio, apuntan a que pudiera ser Félix Cueto, el primogénito de una extensa familia fundada por un médico asturiano. Según esta teoría, Cueto llegaría entusiasmado un día a su casa mostrando la portada del disco de los Beach Boys Surfin USA, de 1962, y le diría a sus hermanos: “¡Esto lo podemos hacer aquí!”. ‘Aquí’ era la playa de Las Salinas, en el municipio asturiano de Castrillón.
En este documental, que es un rosario de anécdotas de espuma, se nos cuenta cómo eran las primeras tablas artesanales -a veces hechas con tablas de planchar-, los sopapos que se pegaban en esas tablas que no estaban tratadas con parafina, el descubrimiento de una ola como las de verdad, con una izquierda muy muy larga, la de Mundaka, un precioso pueblecito de Vizcaya, o la llegada del surf a Andalucía. Se centran en Málaga, pero las olas de Málaga ya no existen. Acabaron con ellas los espigones y la especulación urbanística.
No se menciona ni una vez a Cádiz y, por tanto, tampoco se habla de uno de los pioneros, un mito del deporte de las olas, Guillermo Morillo, Wilo, fallecido el pasado verano a los 80 años y que estuvo cogiendo olas en la playa de Santa María del Mar casi hasta el último día.
Wilo fue un surfer tardío. Descubrió el que sería el sentido de su vida a los 29 años. Trabajador de Astilleros, tenía una curiosidad innata por todo tipo de tecnología y por eso siempre que podía se hacía con la revista americanaMecánica Popular, que circulaba por la Base de Rota. Allí aparecía un reportaje de un tipo fabricándose una tabla. Y eso mismo hizo él. Cogió una tabla, pero lo que se dice una tabla corriente y moliente, una tabla de madera. Y así, a principios de los años 70, fue como se vio al primer surfista en Santa María del Mar. El primer ‘viaje’ descalabró al compañero de trabajo que se había embarcado con él en la aventura. En otra ocasión la tabla atropelló a una corvina gigante y, sin pretenderlo, comieron corvina unos cuantos días. Pero estaba claro que había que mejorar la técnica.
La solución la encontraron en el JJ Sister, el barco que unía Cádiz con Canarias. Allí desembarcaban surfistas extranjeros que venían de buscar olas en la costa marroquí, en Sidi Ifni. Uno de ellos era un mexicano que estaba tieso de pasta y ofreció a Wilo venderle el material para poder regresar a casa. Ya tenía equipamiento para coger olas como dios manda. En otra ocasión desembarcó un australiano y Wilo le dijo ‘enséñame a surfear’. El australiano se quedó tres meses. Tres meses, sin faltar un día, cogiendo olas.
Ya Wilo no estaba solo, eran unos cuantos. Los quillos de Cádiz, les llamaban. Y su obsesión era ampliar su imperio, buscar nuevas olas. Primero experimentaron por Cortadura, después más allá del Chato y, con su Dyane 6, Wilo y sus colegas llegaron a El Palmar. Guau, eso era casi Miami. Y todo para ellos.
Así fue, Wilo descubrió El Palmar para el surf. La revista especializada Single Quiver elaboró en 2020 un ranking de las diez mejores olas de España y situó El Palmar en la sexta posición, la única andaluza de la clasificación. En torno a ElPalmar se ha creado a día de hoy una auténtica industria del surf. En los poco más de cuatro kilómetros de playa compiten cerca de veinte escuelas de surf, aparte de los negocios de alquiler y venta de material, por no hablar de todo lo que se mueve alrededor en hoteles, camping y hostelería. Cómo iba a pensar Wilo en aquellos años del último franquismo que ese paraíso sería pasto de la masificación gracias a la ola que él había descubierto.
En una entrevista en la revista Surferule Wilo se lamentaba: “Quisiera que el espíritu y la cercanía que teníamos todos se mantuviera. Que no hubiera esa masificación que hay ahora. He dejado de ir al Palmar (mira que lo descubrí yo) porque me dicen: ‘mira el viejo este que no me deja coger una ola’. Eso no lo había antes. Éramos una gran familia sin vivir en la misma casa, respetuosos y grandes amigos. Ahora la gente entra sola en el agua y no mira a nadie, se dedica a coger olas”.
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