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Operación antidroga en Barbate

La vida en el submundo del narcotráfico

Un detenido es custodiado dentro de una de las viviendas okupadas en Barbate. Un detenido es custodiado dentro de una de las viviendas okupadas en Barbate.

Un detenido es custodiado dentro de una de las viviendas okupadas en Barbate. / Lourdes de Vicente

Escrito por

P.M. Espinosa

Lo que más sorprende en operaciones relacionadas con las drogas es comprobar cómo viven algunos de los clanes dedicados al narcotráfico. Las paradojas son difíciles de asumir para el común de los mortales. Por ejemplo: en un garaje, 24.000 euros en billetes arrugados de cualquier manera junto a coches de alta gama; en una vivienda de la barbateña calle Churruca, una cocina cochambrosa, con muebles de puertas caídas, cacerolas sucias amontonándose en una pila sin agua y un olor nauseabundo. En el salón de la misma casa, una galería de fotos de niños con cara de buenos vestidos de primera comunión, y en la entradita, un cuadro del Sagrado Corazón de Jesús con la frase: el amigo que nunca falla. Con el índice de la diestra levantado, la imagen parece advertir a los agentes de la Guardia Civil, que llegan ariete en mano para poner fin a la fiesta, de que una vez echen abajo la puerta se adentrarán en un mundo oscuro poblado por seres que, de tan cotidiano, consideran inocuo traficar con heroína, con cocaína, con hachís, robar cuadros o coleccionar armas cortas municionadas por lo que pueda pasar.

Es el lado oscuro de la barriada de El Pinar, en las estribaciones del Parque Natural de La Breña. Es el Barbate de la imagen más dañina, el de esa gente que se resiste a ganarse la vida de otra forma que no sea con el menudeo, la papela, las casas okupadas, los chutaderos, la podredumbre, son las ciudades de los adictos al rebujito convertidos en una mezcla difusa de piel y huesos, temblones cuando llegan, porque siempre llegan, los agentes de la Ley.

La Operación Rubus puso este jueves patas arriba esa barriada barbateña de cabo a rabo. Dos centenares de guardias civiles llegaron en furgonetas y en coches camuflados a eso de las once de la mañana. Junto a ellos, un equipo de este diario para asistir de primera mano a un dispositivo que se antojaba prometedor. La idea era que estos tres clanes que controlaban el menudeo de rebujito, heroína, cocaína y hachís se abastecieran para hacer negocios a lo largo del día. Y la apuesta salió bien.

Porque el golpe de la Benemérita a estas bandas independientes, pero interconectadas entre sí, fue morrocotudo. En los 11 registros autorizados por la autoridad judicial se encontraron 320 dosis de rebujito preparadas para su venta, 50 kilos de hachís, abundante sustancia de corte para multiplicar una heroína de increíble pureza, 25 gramos de cocaína en roca, 29.000 euros en efectivo, objetos robados. Y armas. También armas. Dos pistolas de fuego real y tres simuladas y un machete.

Tres de los puntos de venta estaban okupados en la barriada del Pinar

Pese a ello, familiares de los detenidos, que se apostaron fuera de las viviendas para verles hacer el paseíllo hasta el furgón policial, proclamaban su inocencia. “No han matado a nadie, ¿por qué os los lleváis?”. Lo dicho, la normalización de la vida fuera de la Ley.

Los tres focos principales de estos clanes se encontraban situados entre las calles de El Pinar, de la Breña y Churruca. Entre las tres había ocho domicilios y tres casas okupadas, estas últimas sin titulación que las vinculara con estas organizaciones, y que eran los puntos de venta al por menor. En algunas, como la primera en que entramos, la puerta de seguridad dispone incluso de un pequeño postigo, casi un torno de monja, con la diferencia de que en vez de repartir magdalenas y tocinos de cielo se vende la muerte envuelta en trocitos de plástico verde.

Uno de los registros. Uno de los registros.

Uno de los registros. / Lourdes de Vicente

Tras el vámonos que nos vamos de los agentes, varios clientes, posiblemente no los primeros del día, salían despavoridos. Saludaban a los guardias del GRS (Grupo de Reserva y Seguridad). Buenos días, buenos días, buenos días… Qué gente tan educada. Caras de me ha tocado la lotería sin comprar el décimo. La irrupción de los agentes fue tan rápida e inesperada que ni a los habituales vigias les dio tiempo a soltar un cucurrucucú paloma.

Dentro, el panorama es desolador. ¿Imaginan una vivienda del Donbass tras el paso del Grupo Wagner? Pues tal cual, pero en el centro de Barbate. Podríamos hacer un ejercicio de sinceridad grosera y describir lo que vimos, incluso serán capaces de hacerse una idea con las fotos que les mostramos, pero lo que es imposible de transmitir es el olor, tan… particular que incluso una de las secretarias judiciales se vio obligada a abandonar la finca unos instantes para respirar aire limpio.

Dentro, cuatro de los 18 detenidos en la operación. Este clan estaba liderado por una mujer, que parece la más entera de todos. Junto a ella, una señora que dice tener 86 años y que, según fuentes de la investigación, también formaba parte de la red de venta de estupefacientes. La joven entra en la casa y le acerca una rebeca gris que hace juego con su pelo largo y blanco. La arropa con dulzura. “Agacha la cara. No dejes que te hagan fotos”, le indica. “Nadie le va a hace fotos señora”, responde un guardia.

Menos tranquilo parece un hombre de edad indefinida y boca desdentada que se balancea mientras protege su cabeza con la capucha de una chándal rojo. A su lado, otro compañero de andanzas observa la escena con mirada ausente, mitad abrumado y mitad espectador de una película que, a buenas horas, teme que no tendrá un final feliz.

Mientras el trasiego de los agentes aumenta y la secretaria judicial da luz verde para que se inicien los registros, de la calle llega la algarabía propia del patio de un centro educativo, el Instituto de Enseñanza Secundaria Vicente Aleixandre. Desde su tapia hasta el bloque 9 de la calle del Pinar, donde nos encontramos, con sus papelas esparcidas por el suelo y su papel de aluminio quemado para fumar la ultra adictiva mezcla de heroína y cocaína, apenas si distan 10 metros. “No podíamos consentir esto”, dice Manuel González, el portavoz de la Guardia Civil de la Comandancia de Cádiz.

Las 11 entradas han sido simultáneas. Aunque sin lujos, la vivienda aparentemente más normal de las registradas es la que se sitúa en la calle de la Breña. Este clan también está liderado por una mujer, que, sentada en el sofá, aguanta retadora la mirada de los agentes.

Con el perímetro asegurado, y el bloque lleno de decenas de agentes del GRS con sus fusiles de asalto G36 al hombro, unos pasos suben la escalera. Es una trabajadora de Correos que insiste en que tiene que entregar un paquete en otro domicilio ajeno a la intervención. “Ahora mismo no es buen momento señora”, le dice un guardia. “Entonces ¿que tengo que venir otro día?”, pregunta. “Va a ser lo mejor”, le responde. La mañana nos regala otra enseñanza: hay carteras tan intrépidas que son capaces de intentar cumplir su cometido entre rifles. Y sin inmutarse. Como si fuera la cosa más normal del mundo. Acojonante.

En el registro de la vivienda de la Breña aparece una bolsa de deportes a la que no le falta un perejil. Tiene sus dosis de rebujito, su cocaína en roca, sus bellotas de hachís, su heroína pura y hasta una libreta tan llena de nombres como de faltas de ortografía donde el grupo hacía anotaciones del tipo: Ombre Vejer. Lo cual viene a demostrar que la presencia del instituto no ha servido para acercar la cultura a estas personas que prefieren jugarse el destino al cara o cruz del narco.

Es en esta casa donde aparecen las dos primeras pistolas. Por si las cosas se ponen feas. También hay balanzas de precisión, las popularmente conocidas, en jerga narco, como Tanitas.

La heroína decomisada es de gran pureza y era cortada para mezclarla luego con cocaína

Conforme avanza la operación los agentes de la Guardia Civil comprueban que sus previsiones se quedaron cortas y que estos tres clanes manejaban mayores cantidades de droga y dinero de las que en un principio se pensaban.

En otro de los registros aparece una gran cantidad de droga escondida en una cisterna, como si de la pistola con que Michael Corleone mata a Sollozzo y al capitán McCluskey se tratara.

Otra cosa que llama la atención a la Benemérita es la pureza de la heroína que maneja el clan. “En los 80 la heroína que llegaba a Cádiz no era tan pura, esta de ahora, que estamos viendo hasta en roca por primera vez en los últimos meses y que tiene un gran poder de adicción, puede cortarse y multiplicar las dosis hasta límites insospechados”, comenta Manuel González.

La operación, en la que intervinieron agentes de unidades como el Grupo de Reserva y Seguridad, el GAR, Usecic, apoyados por Edoa-Ocon de la Comandancia de Cádiz, fue puesta en marcha por el puesto de la Guardia Civil de Barbate. Allí el teniente Alejandro y el sargento de Información, Eugenio, han trabajado horas y horas con todo su equipo para que concluyera con el éxito rotundo que lo ha hecho. Para entender la profesionalidad de los miembros de la Guardia Civil baste decir que la esposa del sargento Eugenio salía este jueves de cuentas y en cualquier momento le podían llamar para anunciarle que estaba de parto. Pese a ello estuvo en primera línea y atento a todo cuanto acontecía.

El operativo no es sino otro capítulo más de una historia que no por repetida puede ignorarse. Traficar con drogas no es una práctica inocente. Inculcar este modo de vida a menores de edad no les hace ningún favor.

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