Las superbacterias ya están aquí: La OMS alerta de que una de cada seis infecciones ya no responde a los tratamientos

La secretaria del Colegio de Farmacéuticos de Cádiz, Sandra Pérez, advierte de que el mal uso de los antibióticos está poniendo en riesgo décadas de avances médicos

La OMS alerta sobre la creciente resistencia global de las bacterias a los antibióticos

Ilustración muy libre de una superbacteria rodeada de antibióticos.
Ilustración muy libre de una superbacteria rodeada de antibióticos. / Miguel Guillén

La amenaza de las superbacterias resistentes a los antibióticos ya es una realidad. Según un nuevo informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS) presentado el pasado martes, en 2023 una de cada seis infecciones bacterianas confirmadas en laboratorio que desembocaron en infecciones habituales en las personas eran resistente a los tratamientos con antibióticos. Entre 2018 y 2023, la resistencia aumentó en más del 40% de las combinaciones de patógeno-antibiótico monitoreadas, con un incremento anual medio de entre el 5 % y el 15 %.

Los datos comunicados al Sistema Mundial de Vigilancia de la Resistencia a los Antimicrobianos y de su Uso (GLASS) de la OMS por más de 100 países son una advertencia de que el aumento de la resistencia a los antibióticos esenciales constituye una amenaza creciente para la salud mundial.

La OMS la ha calificado como una de las mayores crisis de salud pública del siglo XXI. En el corazón del problema está el mal uso de unos medicamentos que, durante décadas, fueron considerados el gran milagro de la medicina moderna.

Los antibióticos transformaron la historia de la humanidad. Antes de su descubrimiento, una simple herida o una neumonía podían ser mortales. Pero su uso masivo, y a menudo indiscriminado, ha tenido un coste. Según datos de la OMS, las infecciones resistentes provocan actualmente alrededor de cinco millones de muertes al año, y la cifra podría duplicarse en 2050. “Estamos retrocediendo décadas en el control de enfermedades que creíamos superadas”, advierte Sandra Pérez, secretaria del secretaria del Colegio de Farmacéuticos de Cádiz.

La resistencia bacteriana surge cuando los antibióticos se utilizan de forma inadecuada. Las bacterias, organismos con una enorme capacidad de adaptación, aprenden a sobrevivir. Cuando una persona toma un antibiótico sin necesitarlo, o interrumpe el tratamiento antes de tiempo, las bacterias más fuertes no solo sobreviven, sino que se hacen más resistentes. “El problema es que esa resistencia no se queda en el individuo; se propaga. Lo que empieza siendo un error personal puede convertirse en un problema colectivo”, explica la profesional farmacéutica.

En los hospitales, el fenómeno ya es cotidiano. Cada vez hay más bacterias que no responden a los tratamientos convencionales. En el ámbito comunitario también se percibe: “Cuando se hace un antibiograma para ver qué fármaco puede tratar una infección urinaria, a menudo encontramos que muchos antibióticos habituales ya no funcionan”, comenta. Eso obliga a usar medicamentos más específicos, más caros y con mayor riesgo de efectos secundarios.

El uso responsable de los antibióticos es, por tanto, una prioridad. En España, la dispensación sin receta está prohibida, y las farmacias actúan como una primera línea de control. “No damos antibióticos sin prescripción médica, pero aún hay personas que no completan los tratamientos o que guardan las pastillas sobrantes para otra ocasión. Si abriéramos los botiquines de muchas casas, encontraríamos restos que nunca debieron guardarse”, señala la farmacéutica. Ese mal hábito, aparentemente inocente, alimenta el ciclo de la resistencia.

La experta subraya que la educación sanitaria es una herramienta fundamental. “Hay que insistir en que los antibióticos no curan los virus. Tomarlos para un catarro o una gripe no solo no sirve, sino que puede ser perjudicial. Y si el médico receta diez días de tratamiento, hay que cumplirlos hasta el final”, apunta.

Pero la responsabilidad individual no es la única. También existen diferencias entre países. La OMS identifica zonas con especial incidencia de resistencia, como algunas regiones de África, donde la falta de recursos y de políticas sanitarias sólidas favorece el mal uso de los medicamentos. En un mundo globalizado, esas bacterias no conocen fronteras. “Una mala práctica en una parte del planeta puede acabar afectándonos a todos”, resume la farmacéutica.

El papel de las farmacias es clave. Por su cercanía a la población, son el punto de contacto más directo con los pacientes. Desde allí se puede informar, corregir hábitos y detectar posibles usos indebidos.

La farmacéutica recuerda que ya existen bacterias consideradas “superbacterias”, contra las que apenas quedan antibióticos eficaces. Casos como Acinetobacter, E. coli o Shigella presentan resistencias crecientes. Para ellas, los hospitales utilizan fármacos de uso restringido, bajo protocolos muy estrictos. “No se trata de crear alarma, pero sí de entender la gravedad del problema. Cada vez tenemos menos herramientas terapéuticas”, advierte.

Aun así, mantiene un tono esperanzador. La investigación continúa, con nuevos compuestos y estrategias, como el uso de virus bacteriófagos o moléculas que actúan de forma diferente sobre las bacterias. “Siempre hay alternativas. Lo importante es no agotar las que tenemos”, afirma.

Sandra Pérez, en su farmacia de Puerto Real.
Sandra Pérez, en su farmacia de Puerto Real. / Julio González

El recuerdo de la pandemia de COVID-19, añade, dejó una lección valiosa: “Nos enseñó que la salud global es interdependiente. Un microorganismo puede alterar el mundo entero, y solo la cooperación y la responsabilidad compartida pueden evitarlo”.

“No hay una salud humana sana en un entorno enfermo”

En los últimos años ha cobrado fuerza el concepto One Health —una sola salud—, que defiende que la salud humana, la animal y la ambiental son inseparables. Las bacterias resistentes pueden transmitirse de animales a humanos por contacto directo, por alimentos o por agua contaminada. Durante décadas, los antibióticos se usaron de manera intensiva en la ganadería y la agricultura, no solo para tratar infecciones, sino también como promotores del crecimiento. Aunque la regulación ha mejorado, el impacto de ese uso todavía se deja sentir. “No hay una salud humana sana en un entorno enfermo. La lucha contra la resistencia tiene que abordarse desde una perspectiva global”, comenta Sandra Pérez. Muchas farmacias dispensan también medicamentos para animales, lo que amplía su responsabilidad dentro del enfoque One Health. “Si un dueño no administra correctamente el antibiótico a su mascota, puede generar resistencias que terminen afectando a las personas”, explica. Antes de despedirse, deja una reflexión que resume el espíritu del enfoque One Health: “Una sola salud significa una responsabilidad compartida. El mal uso individual de los antibióticos tiene un efecto dominó. Una sola bacteria resistente puede propagarse y causar infecciones que ya no respondan. La solución está en manos de todos”.

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