Así es la situación de los niños con TEA en Conil: sus padres luchan en el Parlamento andaluz por un aula especializada

Los progenitores protagonizaron momentos de tensión en el último Pleno del Parlamento de Andalucía antes de las vacaciones

Padres de un colegio de Conil se marchan del Parlamento andaluz al grito de "qué vergüenza" por no crearse un Aula TEA

Momento en el que padres de alumnos del CEIP El Colorado se marchan del Parlamento andaluz.
Momento en el que padres de alumnos del CEIP El Colorado se marchan del Parlamento andaluz. / Europa Press/ María José López

Las familias con menores con autismo se convirtieron en protagonistas durante el último Pleno del Parlamento de Andalucía antes de las vacaciones. Padres del CEIP El Colorado de Conil de marcharon al grito de "qué vergüenza" y "no tenéis corazón" tras escuchar la respuesta a una pregunta realizada por el PSOE sobre la creación de un Aula TEA en el centro. Una madre incluso llegó a tener un ataque de ansiedad tras escuchar a la Consejera, Carmen Castillo.

Para conocer mejor la situación de estos menores, recuperamos un reportaje de Pilar Vera en Diario de Cádiz sobre la lucha de estas familias por contar con un aula para niños con trastorno autista.

La lucha de Conil por tener un Aula TEA

Pedro, protagonista a su pesar de esta historia, tiene ahora ocho años y es un niño diagnosticado con TEA. Pasó su primera etapa de escolarización –es decir, de tres a cinco años– en el CEIP El Colorado, en Conil: “En modalidad B, porque necesitaba apoyo”, indica Ana del Valle, su madre. Al acabar ese periodo, a Pedro le hicieron una nueva valoración y le cambiaron a modalidad C, donde necesitaríaaula especial para TEA.

Fachada del CEIP El Colorado, en Conil.
Fachada del CEIP El Colorado, en Conil. / D.C.

Cuando a un niño se le diagnostica dentro del espectro autista, se procede a una adaptación del currículo según el tipo y grado de apoyo que necesita. Así, puede darse la escolarización sin apoyos en centro ordinario (modalidad A); la escolarización en grupo ordinario contando con apoyos en periodos variables (modalidad B); y escolarización en aula específica TEA (modalidad C). Si entra dentro de la modalidad D, ha de acudir a educación especial.

Un aula TEA–explica Ana del Valle– no es como un aula específica general, a la que pueden acudir alumnos con distintas necesidades especiales: la ratio es diferente, por ejemplo –tiene un máximo de cinco alumnos–, y el recurso (docente) ha de estar especializado en trastorno de espectro autista. “La metodología es diferente –continúa–, el orden de los muebles, herramientas diversas, según el niño, para regularse...”

Pero, al no existir ese espacio en su colegio, hubo que buscar otra escuela en las proximidades, en este caso, ya en el centro urbano de Conil (lo que supone casi cincuenta kilómetros de ida y vuelta todos los días). En este nuevo centro, concertado, el niño “no está bien atendido”, resume Ana.

Sin una dotación específica, “lo que se tiene es un almacén de niños y, en estos casos, lo conviertes para ellos en una tortura –prosigue– No se sienten comprendidos, no están atendidos”. Durante estos dos años, cada día, Ana recibía una llamada a mitad de mañana para que fuera a recoger a su hijo.

Agravio comparativo

Tanto para ella como para otras madres en situación parecida, la solución pasa por que el centro público que corresponde a los niños –que tendrá unos 600 alumnos– cuente con un aula TEA. Una petición que se realiza desde el agravio comparativo, ya que otras localidades de la zona como Vejer (11.000 habitantes), cuenta con un aula de estas características; al igual que Barbate (22.000), que tiene dos aulas; o Chiclana, que tiene tres. Conil, que tiene 24.000 habitantes, no cuenta con esa posibilidad.

Ante esta situación, el pasado octubre los padres afectados mantuvieron un encuentro en la Delegación de Educación, donde la respuesta fue realizar una valoración extraordinaria “por la que Pedro pasó a estar en la modalidad D”. Es decir, por la que no entraría en el circuito educativo convencional.

Una designación que no coincide con el resultado de las otras evaluaciones a las que se ha sometido el menor.

“Cuando les dije a quienes lo llevaban lo de la clasificación D, todos se echaron las manos a la cabeza, diciendo que para nada –explica Ana–. Tengo cinco informes en la misma línea, todos hablando bien del desarrollo favorable del niño, además, por los apoyos que tiene fuera”.

El de Pedro y sus padres no es el único caso: en el CEIP El Colorado hay otro niño, con una casuística similar; y otro caso, de una niña, “que ha pasado directamente de B a D”. “Ante este panorama, lo más normal es que te rindas y asumas que tu hijo va a ir a un centro especial”, afirma Ana.

“No se mira por el interés del menor –opina–. La diferencia de mi hijo entre su estancia en El Colorado y estos últimos años ha sido brutal: no se trabaja la inclusión, no tiene clase de referencia, con lo cual, mejor tenerlo cinco horas en un aula específica porque ahí está todo controlado. La exclusión es más cómoda”. “Hacer esto con menores con discapacidad –insiste– es una forma de violencia institucional”.

Nadie puede saber, en concreto, cuál puede ser la evolución de Pedro, ya que cada perfil autista es un mundo, y los saltos madurativos, diferentes: “Lo que sí es seguro es que, donde hay que incidir, y se puede incidir, es en la socialización, y es ahí donde tiene que intervenir el colegio –desarrolla Ana–. No podrá asistir, por ejemplo, a matemáticas, pero sí a otras clases, o compartir actividades comunes... Para estos niños es muy importante, y se les arrebata ese derecho”.

¿Qué pasará el año que viene? Ahora mismo, con el periodo de matriculación recién terminado, "nadie dice nada”.

Quizá lo más surrealista del caso sea que El Colorado cuenta ya con una sala preparada, “y el Ayuntamiento se ha ofrecido a habilitarla”. Sólo falta el recurso, es decir, el profesor especializado. “No entiendo cuál es la pelea”, insiste Ana.

stats