Rota en la era Trump (I): Sobre la base del negocio
Defensa
La doctrina Trump del beneficio económico sobre todas las cosas planea sobre el enésimo runrún acerca de la improbable reducción de la presencia norteamericana en la instalación conjunta de Rota

A 52 kilómetros de Tánger y a 34 de Ceuta se encuentra un coqueto pueblo costero de la entrada del Mediterráneo al que le da nombre el río que muere allí, el Alcazarseguir. Los romanos lo llamaban Lissa y los musulmanes lo conquistaron en 708 por ser el lugar que mirando cara a cara a Tarifa era el ideal para dar el salto a la península y lo rebautizaron Ksar el Majaz, que significaba Ciudadela de Paso. Y musulmán fue hasta que se hizo portuguesa en 1458, cuarenta años después de que Enrique el Navegante conquistara Ceuta y trece antes que Alfonso V se hiciera con Tánger. En 1549 un sultán fracasó en su intento de echar a los portugueses de Ceuta y Tánger, pero triunfó en Alcazarseguir y así Alcazarseguir entró en un letargo estratégico, en tierra de nadie.
Hasta que en 2008 Mohamed VI plantó sus excavadoras y grúas en este pueblo de 12.000 habitantes que vivía de sus hoteles. El monarca iba a levantar, bajo supervisión de Estados Unidos, una base militar que en 2013 ya estaba operativa y contaba con un radar capaz de detectar todo lo que se moviera por el Estrecho. La base de Alcazarseguir formaba parte de un plan para convertir a Marruecos en el gran ejército africano. Aún está lejos de conseguirlo. Según el índice Global Fire Power el ejército marroquí es la 59 potencia militar del mundo y la séptima de su continente. y eso que país vecino dedicará este año el 9% del PIB a Defensa.
Orgulloso de su obra, Mohamed VI ofreció en el primer mandato de Trump esta base como la Rota africana. Trump pidió informes, pero se declinó el ofrecimiento por carecer de calado para buques y portaaviones. Mohamed VI no se ofendió, dijo denme tiempo. Y en ocho años la base de Alcazarseguir, a dos patadas del gigante portuario Tanger Med, ha triplicado su calado para acoger submarinos y está en marcha una ampliación que cuadriplicará su tamaño. Ya están listos para ser un apéndice de Rota y Mohamed VI tiene toda la sintonía del mundo con Trump, aunque no pertenezca a la OTAN, pero en Rota no todo es OTAN.
España, por su parte, tiene el compromiso de gastar 300 millones en una ampliación de la Base conjunta de Rota. El motivo es que los cuatro muelles -uno de combustible- con los que se cuenta actualmente no dan abasto para albergar las seis fragatas y los dos buques anfibios de la Armada, más los cinco destructores norteamericanos pertenecientes al escudo antimisiles de la OTAN, a los que hay que añadir el sexto cuya llegada está programada para este año. Con esta inversión se conseguirán dos kilómetros más de atraque y para ello se desviará la desembocadura del río Salado unos 750 metros y se ganarán 29 hectáreas al mar.
Todo esto es más o menos conocido en Rota, pero, como dice el alcalde, Javier Ruiz, es un runrún que de tanto escucharse no se le presta mucha atención: “Se ha escuchado muchas veces, han cambiado los gobiernos y nunca se ha hecho”. La alarma saltó hace dos semanas con la publicación en el Financial Times de un extenso reportaje dedicado a la Base y la localidad que la acoge. No es que se dijera nada determinante. Mezclado con unos cuantos apuntes de color local, se mencionaban las palabras del secretario de Defensa, Pete Hegseth, cuando decía que Europa tenía que empezar a pensar que la protección estadounidense no sería eterna; las de Jim Townsend, ex secretario adjunto de Defensa, que consideraba que había muchas cosas que podían hacer enfadar a Trump para que estallara y dijera ‘que les den, que se defiendan solos’; y se subrayaba la nula sintonía entre Pedro Sánchez, y el presidente norteamericano. Con esos ingredientes, Financial Times afirmaba: “El valor regional no necesariamente asegurará su futuro. Aumentan las posibilidades de que se decida reducir el tamaño de Rota”.
Horizonte 2030
Óscar Lobato, escritor y periodista especializado en Defensa, considera que detrás de todo esto no hay nada más que una nueva entrega de una vieja historia: “El artículo de Financial Times no dice nada que no sepamos, pero estas cosas no funcionan de un día para otro. No dice Trump me voy de Rota y se van. La Navy tiene un plan de inversiones para Rota con un horizonte de 2030, las de este año ya se han librado. Cualquier variación tendría que ser para 2026 y algo muy raro tiene que suceder para modificar unos planes elaborados con mucha antelación. Rota, aparte de su papel dentro de la OTAN, es el puente entre Estados Unidos y todo el Mediterráneo y el Mar Negro. Desde Rota se reparte todo lo que necesitan los americanos en todas sus demás bases en Europa. Además, geoestratégicamente, la posición de Rota en la zona mediterránea es, si lo comparamos con un estadio de fútbol, una grada y Alcazarseguir es un corner. Y, por último, cuando se habla de Rota siempre viene la coletilla del escudo antimisiles, que es un servicio que Estados Unidos presta a la OTAN, pero en Rota hay otras unidades militares destacadas que desde el punto de vista estratégico son más importantes para ellos”.

En un caso que no tiene mucho parecido pero es ilustrativo tendríamos que viajar a septiembre de 2019 cuando, según publicó The Washington Post, durante la primera presidencia de Trump la mandataria díscola era Angela Merkel y el presidente de Estados Unidos propuso sacar 12.000 soldados americanos de la base de Kelley Barracks, en Stuttgart, para trasladar la sede del Africom, el mando unificado de combate del Departamento de Defensa para África, a Rota, lo que hubiera sido técnicamente imposible. El Pentágono hizo ver a aquel Trump, menos poderoso que el Trump de hoy, que en materia militar una cosa son los deseos y otros los hechos. Ahora Trump vuelve a la carga y se especula con trasladar el Africom de Stuttgart a la base aeronaval marroquí de Kenitra.
Estados Unidos tiene 275 bases repartidas por toda Europa, si se incluye la de Groenlandia, y más de 80.000 hombres destacados, pero Rota, con sus más de 3.000 efectivos, tiene algo de especial. Porque aparte de ser una base naval, Rota es sobre todo una base logística y un intercambiador aeronaval. El Diario.es demostraba el pasado mes de diciembre que el buque MV Sagamore usó la base naval de Rota para hacer escala en su transporte de armamento al puerto israelí de Ashdod, cubriendo así un servicio para el Mando Militar de Transporte Marítimo de EEUU (MSC), a pesar de que la Base es de mando compartido pero de soberanía española y el Gobierno no autorizaba el uso de suelo español para ningún tipo de maniobra relacionada con este conflicto. Y eso que el artículo 31 del acuerdo era muy claro al respecto: “Cuando buques de los no incluidos entre los definidos como buques de las Fuerzas de los Estados Unidos precisen la entrada en la Base Naval de Rota por necesidades de dichas Fuerzas, se solicitará la correspondiente autorización de las autoridades españolas a través del Comité Permanente, especificando las razones que la motivan”.
El uso actual de la Base de Rota está recogido en el acuerdo alcanzado por el Ejecutivo de Rodríguez Zapatero con Barack Obama en 2011, lo que supuso la histórica visita de Obama a la Base en 2016, la primera vez que un presidente norteamericano pisaba las instalaciones. Era el origen del actual escudo antimisiles, que se había ideado en la cumbre de la OTAN de Lisboa de 2010. Con este acuerdo, aprobado por el Parlamento, España limaba asperezas con Estados Unidos tras el famoso desplante de Zapatero a la bandera norteamericana en 2003 cuando se encontraba en la oposición, a lo que siguió, como primera media tras alcanzar la presidencia del Gobierno, la retirada de las tropas españolas de Iraq en 2004. La noticia fue recibida con jolgorio en Rota, donde la presencia americana se había visto muy reducida y ya no tenía la importancia que tuvo.

En 2021 se renovó el acuerdo de 2011 entre los gobiernos de Pedro Sánchez y Joe Biden, esta vez sin pasar por el Parlamento, e incluyendo dos destructores más. La ampliación del acuerdo incluía que la empresa pública Navantia se encargaría de la reparación y el mantenimiento de los destructores y otros barcos desplegados en la base de Rota, un contrato de 822 millones de euros que garantizaría mil empleos anuales hasta 2028 y que permitiría a Navantia continuar con la labor de reparar y mantener los destructores Arleigh Burke que lleva realizando desde 2013.
La embajada norteamericana en España estará ahora en manos de Benjamin Leon, un multimillanario y octogenario empresario nacido en Cuba que se exilió en Miami con la primera oleada de refugiados anticastristas en 1961. Desde esa misma embajada, un portavoz ha querido ofrecer tranquilidad sobre el futuro de Rota: “El acuerdo garantiza que podamos afrontar juntos retos nuevos, antiguos y futuros, y fortalece nuestra duradera relación bilateral en materia de defensa, así como la seguridad colectiva de toda la OTAN”. Este mensaje contrasta con el desprecio con el que los más cercanos colaboradores de Trump hablan de Europa en las conversaciones privadas entre ellos que han trascendido.
El convenio de España con Estados Unidos establece que la base naval de Rota tendrá un máximo de 4.250 militares y 1.000 civiles estadounidenses. Además, permite albergar otras unidades militares, como 5 aeronaves administrativas, 13 de reconocimiento y 18 de patrulla marítima, además de un batallón de construcción, una estación de comunicaciones, una terminal de correo aéreo, una compañía de seguridad, un servicio de investigación criminal, una unidad de contratación y otra de mantenimiento. Rota, además, bombea suministro a través del oleoducto Zaragoza-Rota, el Rotaza, a las bases aéreas de Morón, Torrejón de Ardoz y Zaragoza.
Los analistas Mario Guillamó, Rocío Vales y Guillem Colom han publicado en la revista del Instituto Español de Estudios Estratégicos, dependiente del Ministerio de Defensa, un extenso artículo en el que se analiza el valor de la base de Rota tanto desde el punto de vista del Ejército español como del Departamento de Defensa norteamericano. En él, inciden en un aspecto del que no se habla tanto cuando se estudia la importancia de la base de Rota y que afecta tanto a Europa como, tangencialmente, a Estados Unidos: “La justificación de las bases en el flanco sur de España responde a la necesidad de generar una capacidad de respuesta ante los conflictos que se vienen sucediendo al otro lado del estrecho de Gibraltar y el mar Mediterráneo. Aspectos como la piratería y el narcotráfico en el golfo de Guinea o la instalación de mafias que se lucran de la inmigración en las rutas subsaharianas son problemáticas que desembocan en costas de la Unión Europea”.
Y es cierto que la química erntre Sánchez y Trump es escasa, o nula, pero los negocios son los negocios. Sánchez y Trump se tienen que ver el próximo 24 de junio en La Haya en la cumbre de la OTAN y España ya llegará habiendo superado el prometido gasto del 2% del PIB en Defensa en una maniobra que ha puesto la coalición de Gobierno en el alambre. En esa reunión Sánchez puede anunciar a quién le va a comprar lo que necesita para cubrir ese 2%, por ejemplo esos 50 cazas F-35 de quinta generación para sustituir a los F-18 del Ejército del Aire y los Harrier de la Armada, al final de su vida operativa. Cada uno de esos cazas cuesta cerca de 82 millones de dólares. Y eso es lo que Donald Trump llama negociar.
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