jaime martínez | creador del método ABN

"Las matemáticas no miden la inteligencia, sino que son una herramienta para desarrollarla"

  • Es coautor, junto a Concha Sánchez, de ‘¿Por qué los escolares fracasan en matemáticas?’, un libro “protesta” sobre una lacra que ha sido “sistémica”

Jaime Martínez, creador del método ABN, que se empezó a practicar en los centros de la provincia.

Jaime Martínez, creador del método ABN, que se empezó a practicar en los centros de la provincia. / Loreto Camacho

Él no era brillante en matemáticas, dice Jaime Martínez, pero tampoco le molestaban. Puede darse por afortunado: las matemáticas han sido desagradables hasta para quienes se han movido sin dolor entre ellas. “Un estudio de la Universidad de Granada –corrobora Martínez–, mostraba que sólo el 2% del total de estudiantes escogían trabajar con matemáticas cuando estas pasaban a ser una opción voluntaria”.

Maestro e inspector de Educación jubilado, Martínez es el creador del famoso método ABN que se enseña desde hace un tiempo en centros de toda España (¡palillos!), y que comenzó su andadura en la provincia gaditana. Un sistema que demuestra que los alumnos son “capaces de mejorar y adaptarse con una metodología que puede cambiar la relación con las matemáticas”. La (funesta) relación con las matemáticas. Para explicar la derrota endémica ante el conocimiento matemático, Jaime Martínez y Concha Sánchez han escrito ¿Por qué los escolares fracasan en matemáticas?(Wolters Kluwer), un libro “protesta” que aspira a que comprendamos cuán necesaria no es la excelencia, sino la mejor alfabetización matemática de toda la sociedad.

En el caso de las matemáticas contra el alumnado, Jaime Martínez siempre ha sido un gran defensor de este último: el principal problema, defiende, es estructural, sistémico. El fracaso generalizado en matemáticas ha sobrevivido épocas, comunidades autónomas y leyes. E incluso países:nadie se libra. En Estados Unidos le pusieron nombre al llamado Síndrome de Ansiedad Matemática.

Y luego está la inestimable ayuda de muchos profesores que “llegan a Magisterio porque no había otra cosa, porque era la nota más baja o porque era lo más fácil”, comenta. Fue entonces, en sus primeras experiencias como maestro (de finales de los 60 a finales de los 70) cuando fue consciente del gran pozo sin fondo que suponían las matemáticas para la población en general, y para los estudiantes en particular. Escribió un primer libro sobre el asunto del que se “vendieron todos los ejemplares. Exactamente, todos los que compré yo”. Y ahí quedó un tema que siguió confirmando durante su etapa de inspector. La luz llegó tras la lectura de un artículo de un profesor de Calahorra sobre la vuelta a los algoritmos tradicionales, pero no sería hasta el año 2009 cuando se decidieron a implantar el ABN: un método de cálculo abierto basado en números que trata de hacer “comprender el tamaño de los números y pensar sobre ellos”. Concha Sánchez comenzó su aplicación en un curso de infantil (el uso de los palillos, por ejemplo, fue casual, aprovechando un stock), ciclo en el que “el aprendizaje matemático estaba bastante abandonado”. En el segundo año, ya se apuntaron seis maestros de distintos centros públicos de la provincia, y Jaime Martínez puso en marcha un blog donde ir dando cuenta de la evolución del sistema.

"No son pocos los que me han confesado que fueron buenos en la asignatura, pero a base de mnemotecnia"

Actualmente, más de un cuarto de millón de niños son los que aprenden con este método:“Los niños aman, o no tienen tirria, al menos, a las matemáticas, y los aprobados y buenas calificaciones se disparan”. No es incompatible, tampoco, saltar de una enseñanza convencional de matemáticas al ABN:“Cuando entiendes algo, no te cuesta trabajo cambiar:si los alumnos le dan significado a lo que hacen, se les quita el bloqueo”.

Aunque quizá el ejemplo más espectacular del ABN sea la velocidad de cálculo que terminan consiguiendo los chavales, esta fue una consecuencia colateral, imprevista del método. El desarrollo del ABN se centra en que el cálculo y la resolución de problemas vayan de la mano: “Primero el problema y después la operación, esa es la norma –explica Jaime Martínez–. Ambos han de tener una conexión estrecha porque, si haces cálculo como un ejercicio de memoria, los errores de comprensión que tengas los vas a ir arrastrando hasta episodios más complejos, será imposible desarrollar un pensamiento abstracto al respecto a partir de ahí”. Con ustedes, la estadística, la probabilidad, la proporcionalidad o la geometría aplicada o intuitiva.

Una estrofa de una poesía (32 sílabas) se aprende en unas ocho veces de media. Si desordenamos el orden de las sílabas, tendremos un caos incomprensible que nadie entiende y que tardaremos unas 70 repeticiones en aprender. Sin comprender nada. Algo así, sostiene Martínez, es lo que ha venido sucediendo con la enseñanza tradicional de las matemáticas. Un sistema, comenta el antiguo profesor, que tiene su origen hace siglos: “Nuestro trabajo actual con los números se fijó a finales del XVI, aunque la lucha entre el sistema antiguo (ábaco) y el nuevo continuó hasta el siglo XIX”, comenta Jaime Martínez. No fue hasta la asunción de los principios ilustrados que se concretó el aprendizaje de algoritmos como algo más cercano a las masas. “Pero partían de saberes expertos, que daban por hecho un entendimiento previo que ellos sí habían tenido”, señala. Y entonces llegó el momento de la fe: de aprender sin cuestionar, pero también sin entender, los preceptos matemáticos. Profesores incluidos. “Y no son pocos –añade– los que me han confesado que fueron buenos en matemáticas pero a base de mnemotecnia, sin entender nada”.

Esto es lo que vienen a resolver los palillos, esas matemáticas tangibles y automáticas que aportan muchos casos “patito feo”: alumnos perdidos para el sistema que, de repente, descubren –ellos mismos– que son “listos”. Mejoran en matemáticas y mejoran en todo lo demás:“La matemáticas no son una forma de medir la inteligencia –resume Martínez–, sino una herramienta para desarrollarla”.

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