Provincia de Cádiz

"Desde que me encontré al niño en la orilla estoy destrozado"

  • El barbateño que halló a Samuel relata el suceso y cuenta cómo intenta superar tan dura experiencia

Zona de la playa de la Mangueta donde apareció el cuerpo sin vida de Samuel.

Zona de la playa de la Mangueta donde apareció el cuerpo sin vida de Samuel. / manuel aragon pina

En la misma playa donde los habitantes de este llamado primer mundo miran con lejano desdén hacia la costa africana, un vecino de Barbate se topó hace diez días con la muerte, con la cara más cruel del drama interminable, con una foto más dura aún que la del cuerpo inerte de Aylan Kurdi en brazos de un policía. "Desde que encontré el cuerpo del niño estoy destrozado. Vivo una pesadilla porque no puedo quitármelo de la cabeza. No puedo ni comer ni dormir ni casi salir a la calle", nos confesó tras atender nuestra llamada telefónica. No quiere ni oír hablar de volver al lugar de los hechos: un extremo de la playa de Zahora, justo frente al restaurante Amarna, que, casi como ominoso presagio de un naufragio, luce en su techo el casco invertido de una embarcación. "Yo allí no vuelvo más", dice, mientras nos pide que ni siquiera digamos su nombre en la entrevista. "Barbate es muy chico y quiero pasar página".

El hombre que encontró al pequeño Samuel sale a pasear todas las mañanas por los arenales gaditanos. A veces tira hacia Zahara de los Atunes, otras hacia los Caños de Meca. "Tengo el colesterol alto y sobrepeso, así que el médico me ha aconsejado que camine mucho, hasta tres horas al día me pego, aunque desde que me ocurrió esto no tengo ganas ni de salir a la calle, menos aún andar por la playa".

No puedo quitarme de la cabeza la imagen del cuerpo del niño. Por desgracia Dios me lo ha puesto por delante"Cuando comprendí lo que era me puse muy nervioso y llamé corriendo a la Guardia Civil"

Dice tener 41 años, aunque por su tono aparenta algunos más. Le pedimos que nos cuente cómo ocurrió todo y con voz doliente, como haciendo esfuerzos por aislarse del sufrimiento que regresa al revivirlo, se arranca lentamente. "No era una mañana diferente a las demás. Iba solo, me gusta caminar solo, a mi aire, pensando en mis cosas. Me levanto temprano, cojo el coche, voy hacia una playa y camino durante horas. Nunca antes había visto nada raro, ni alijos de drogas ni mucho menos inmigrantes. Pero ese día... ese día no lo voy a olvidar mientras viva. Venía andando desde el Faro de Trafalgar, ya llevaba un rato grande, pero al llegar a la Mangueta miré hacia la orilla y lo vi. Estaba allí. Sobre la arena. Al principio ni siquiera sabía muy bien de qué se trataba. Estaba blanquecino. Cuando me acerqué y me di cuenta de que era un niño chico me puse a temblar, no sabía qué hacer, me puse nerviosísimo. Ha sido la situación más fuerte que me he encontrado en mi vida. No se la deseo a nadie. Encontrarte con un niño muerto en la orilla de una playa. Una tragedia. Saqué mi móvil y llamé corriendo a la Guardia Civil. Me dijeron que no me moviera de allí. Una patrulla no tardó ni diez minutos en llegar y los agentes se hicieron cargo de todo. Me pidieron mi documentación y me tomaron declaración. Me calmaron porque tenía una especie de ataque de ansiedad. Me atendieron bien y cuando pude calmarme un poco me dijeron que regresara a mi casa e intentara seguir con mi vida. Y eso estoy haciendo, pero estoy hecho polvo todavía. Impresionado".

En el transcurso de la conversación telefónica le planteamos la posibilidad de entrevistarnos cara a cara en el mismo lugar donde encontró a Samuel. "No, no, ni hablar. No quiero oír nada más. Quiero olvidar cuanto antes lo que he visto, apoyarme en mi familia e intentar seguir. Por desgracia Dios me lo ha puesto por delante, en la misma orilla por la que paseo de forma habitual, pero tengo que superarlo porque van pasando los días y sigo muy mal".

El hombre que encontró a Samuel no entiende cómo ese mismo mar que entregó a Cádiz la cultura y las riquezas a lo largo de la historia vomita ahora muerte y desesperación, historias anónimas de pequeños a los que cuesta hasta ponerle un nombre, cuerpos arrastrados a la orilla tras perderlo todo, hasta el color de su piel. Y mientras que el Estrecho sigue tragando, la mal llamada crisis de los refugiados, como si fueran ellos los causantes de algún problema, aún nos depara episodios dramáticos. Hay fotos de Samuel en la playa, claro que las hay, quizá habría que publicarlas para que medio mundo viera la realidad, que es mucho más dura incluso que la del pequeño Aylan, que en su día provocó una ola de indignación. Como una imagen vale más que mil palabras, no habrá frases suficientes que describan el dolor que el mar arrastró hacia la orilla. Sólo un vecino de Barbate, unos guardias civiles y un juez lo saben. Una imagen que no pueden quitarse de la cabeza.

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